Estamos en crisis

Sé que es un momento supuestamente malo para comenzar nada. Justamente porque estamos en crisis.

Sin embargo yo veo las crisis por el doble lado, el malo y el bueno; veo lo malo pero veo también que las crisis –y en concreto esta crisis- representan todo un conjunto de nuevas oportunidades y posibilidades, precisamente porque es una crisis que evidencia, pone de manifiesto, el fracaso económico de nuestro sistema; un fracaso en los grandes números, un fracaso en las reglas de juego y la confianza de la banca internacional; un fracaso en los modelos de crecimiento sostenible.

Ha sido el fracaso de un sistema que dice conocer el futuro cuando no conoce ni el propio presente, por tener un rumbo errático, que es en realidad el no tener rumbo; ha sido un fracaso reciente, desde el descalabro de Lehman Brothers, poco antes del cambio de inquilino en la Casa Blanca; un fracaso que hasta ahora está estabilizado dentro de un cuadro relativamente pacífico, pero que puede tomar tintes nuevos, como ya hemos visto en Grecia (tomar las calles y posterior rescate financiero de la Unión Europea) o en otros países (brotes anti-inmigración).

Es una crisis en toda regla porque viene acompañada de más crisis, la crisis de un cambio de gobierno en el país más poderoso del planeta, la crisis de un cambio climático con efectos catastróficos, incluso dentro de nuestras propias fronteras, o la crisis de una violencia visible e invisible que parece haberse convertido en un gran monstruo que amenaza con devorarnos a todos, como en aquel cuadro de Goya que representaba a Saturno devorándose a uno de sus hijos.

Es crisis, con todo lo negativo que esto representa, pero al mismo tiempo la crisis económica-financiera que estamos viviendo, junto al fracaso de España en materia de empleo, abre nuevas posibilidades de trabajo, duras, arriesgadas, pero no por esto menos interesantes; es dejar atrás la falsa economía; es dejar atrás la tecnocracia de falsas palabras relativas a qué es y cómo se mueve la economía y su repercusión en la sociedad y la vida diaria de las personas; es, en nuestro caso, la caída estrepitosa de la economía del ladrillo y del hormigón, que nos había caracterizado, en las dos últimas décadas, sin ninguna inventiva ni imaginación, derrochando a manos llenas como si fuéramos lo que decíamos ser: la novena potencia mundial en riqueza (PIB).

Desde mi punto de vista, los cuatro o cinco siguientes años serán definitorios en el nuevo paisaje; de por dónde están tirando los hilos de la política y la economía mundial; y nosotros, como uno de los 27 miembros de la Unión Europea, también con ella; es decir, el carromato, los titiriteros de antaño, también salían o no salían en función de si hacía buen o mal tiempo o si el clima social estaba rarito o no lo estaba; los tiempos actuales son tiempos convulsos y de grandes cambios, grandes y rápidos; por tanto, creo que en cualquier actividad ha de tenerse en cuenta el hecho de que vivimos en un instante histórico caracterizado por el cambio, como ya escribía brillamentemente el escritor Isaac Asimov: 71 visiones para el cambio.

Son tiempos decisivos como igual o posiblemente lo fueron todos los tiempos que nos han precedido, pero en especial en estos tiempos existen líneas abiertas que permiten abrigar esperanzas; si es que la tenemos, la esperanza quiero decir.