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Mostrando entradas de julio, 2013

En un lugar de La Mancha…

Nos hallamos en un lugar vigía del sureste de la provincia de Ciudad Real, desde el cual podremos divisar, al nordeste, la población de Almedina. Al oeste, la población de Puebla del Príncipe. Al sur, a unos 30 kilómetros, las poblaciones de Génave y Villarrodrigo. Y al oeste, a unos 3 kilómetros, la población de Terrinches, en cuyo término municipal nos encontramos. Estamos en una colina, orientada al sur, desde la que divisamos una amplia panorámica, de los pasos que salen del valle del Guadalquivir al Levante. En el trazado de la vía augusta romana que va de Cádiz a Tarragona. En este lugar, unos habitantes de hace 4000 años, desarrollan un poblado fortificado, en el paraje ahora conocido como castillejo del bonete. Otros vestigios de aquel mismo pueblo, sin excavar, en el paraje conocido como Robreos, en lo alto de una loma puntiaguda y un asentamiento, también sin excavar, a unos 500 metros de la torre de Robreos. Este asentamiento está situado sobre una superficie pl

La radio

Las tertulias radiofónicas me recuerdan a las telenovelas en blanco y negro. Me recuerdan a una plaza llena de palomas, la Plaza España, lugar de reunión de emigrantes peninsulares, adonde yo iba, de niño, muchas veces. Una de éstas veces, un acontecimiento. La gran estrella radiofónica María Salerno, había llegado, y, en aquella Plaza de España, iba a firmar autógrafos y fotografías dedicadas. Y yo iba con mi madre, que estaba toda ilusionada con la estrella radiofónica del momento. Eran los tiempos donde madres y abuelas se pasaban con la compañía de la radio, de las novelas radiofónicas, de la imitación de sonidos como los cascos de caballos, la lluvia, cosas impensables que eran transmitidas por la singularidad de un aparato que hablaba. Por supuesto, los niños que éramos entonces no podíamos imaginarnos que los aparatos que hablan iban a multiplicarse y a convertirse en algo cotidiano en nuestras vidas. Pero estaba claro que no habíamos visto aún una televisión. Creo que

Un edificio de dos plantas

Quizás podemos ver la vida como un edificio de dos plantas. En la primera, tenemos dos grandes habitaciones, la que es nuestra naturaleza individual, nuestros rasgos individuales, personales, nuestra forma de ser. La segunda, nuestras circunstancias, tanto las particulares como las generales. Estos son los dos marcos básicos o fundamentales de nuestra vida. Con ellos dos tejemos la experiencia. En la planta superior o segunda planta, encontramos la suerte y encontramos el destino. Eran conceptos que no sabíamos si existían, pero que sí podemos percibirlos en el transcurrir o en la experiencia de la vida. Podemos vivir erráticos, sin rumbo, sin destino y sin norte. Podemos vivir con un destino, un destino de libertad, libremente elegido por nosotros mismos. Es fácil o es difícil; en cada vida, en cada ejemplo es diferente. Mirar esto es mirarlo sin las grandes palabras de los libros. Quiero decir, no deseemos cosas que nos provocan más perjuicio que beneficio. Existen veces