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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Las neuronas del amor

¿Cómo es el amor?¿redondo, cuadrado, a flores, rojo, azul, verde, grande, pequeño, gigante? El amor, qué es el amor. El amor, según yo le veo, le vivo y le siento es el amor que vive en cada neurona del cerebro; el amor es el fruto de la Inteligencia. El amor vive en las neuronas, sí, pero también vive en la columna vertebral, y vive en los pies, y si se me apura también vive en los zapatos. El amor es un sentimiento, invisible, que no tiene balanzas ni medidas ni bancos donde ser intercambiado, pero, sin ser visible, el amor es visible. Todo en este mundo se mueve por amor, todo lo que el amor mueve. El amor es grande y universal; pero al hablar del amor entre una mujer y un hombre, el amor son los ojos de la mujer y los ojos del hombre que se miran mutuamente; no hay más miradas, sino la mirada infinita y cíclica que mutuamente esa mujer y ese hombre se van dedicando. ¿Es exclusivo el amor? Es exclusivo cuando las personas lo sabemos convertir en exclusivo. Exclusivo

Salamanca

Mi experiencia de estos meses en Salamanca, por supuesto que es positiva, enriquecedora, reconstructiva, pero acepto también las cualidades que ya me eran conocidas de esta ciudad y posiblemente de todas las pequeñas ciudades castellanas. Son ciudades en apariencia abiertas al exterior, que en la realidad son ciudades bastante cerradas, en círculos cerrados. Digo círculos de muy diversas terminologías sociales. Es decir, aquí hay un barrio digamos que donde se reúnen más gitanos y mercheros por metro cuadrado que en otros. Y tenemos también los barrios señoriales, del centro, donde ya puede el señor o la señora morirse de hambre, que, hasta las últimas, mantendrá las apariencias, igual o parecido a aquellos antiguos hidalgos del medievo y del barroco. Es diferente cuando te manejas dentro de círculos profesionales, que pueden ser incluso círculos multidisciplinares, digamos que se supera el anterior bloqueo, pero en lo que se dice la relación directa, de tú a tú, de verse en l

Con y sin tantas revoluciones

Cuando las personas vamos revolucionadas, a toda pastilla, corremos el riesgo de que la electricidad no nos circule bien y por tanto cometemos un promedio de errores superior a los tiempos en que vamos bien pero “sin tantas revoluciones”. El exceso de revoluciones detona en accidente, en una circunstancia sea cual sea, pero el germen de la revolución está dentro de uno mismo, y a ese es el germen hemos de llegar y saber identificar y negociar lo que conviene y lo que no conviene, buscando lo mejor para uno y para el bien de todos. Una persona revolucionada sigue siendo persona, pero no es dueña de sí misma, ni es tampoco responsable de sus actos. El estrés, la sobre-electricidad que lleva en su mente, es superior a la que le dejaría ver la misma situación con serenidad. Una persona revolucionada no nace de la noche a la mañana, surge por un conjunto de hechos y circunstancias, que a veces es bueno mirarse al espejo y decirle: ¡eh tú!, ven aquí, que te quiero decir que llev