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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Personas PAS

Acabo de curiosear por el Google qué son las personas PAS. Personas Altamente Sensibles Después de cuanto he leído al respecto, me he acordado que hoy he visto en el autobúas cómo persona apuntaba con su cámara fotográfica a una salida del sol. Y pensé: esta persona es sensible cuando gasta un clic hacia ese momento en el que nace el sol por el horizonte. ¿Será un PAS esta persona? ¿Lo será todo el día o sólo ante la belleza puntual de algunos momentos? ¿Es malo ser PAS?¿Es bueno?. No tengo ni remota idea. Toda esta terminología tan actual, con tantos nuevos nombres que parecen abrir horizontes por primera vez, no forma parte de mi identidad personal. La uso, cuando tengo que usarla, pero me siento poco motivado por todas estas palabras tan nuevas, e incluso por las ideas que parecen llevar consigo. Sin embargo, las acepto, claro que sí, en la parte buena y aclaratoria. Personas PAS. He visto en google que una psicóloga habla de las personas PAS. E incluso exis

Preguntas y respuestas

¿Qué es la vida?, nos preguntamos a veces. La pregunta no es buena ni mala. Más bien parece y apunta a que es una pregunta buena. Son preguntas buenas aquellas que buscan una respuesta, una verdadera respuesta. Y son preguntas malas aquellas que, en ellas mismas, ya van con la seguridad al 100 por 100 de no encontrar ni encontrarse respuesta. Simplemente era una pregunta ladina, una de estas preguntas que, cuando están hechas, resultan más gordas, más grandes, más inaccesibles y más inescrutables que antes de existir como pregunta. Creo que nadie queremos preguntas que son como ataduras que aprisionan nuestra capacidad verdadera de hacernos preguntas y de encontrarnos las respuestas. Sin embargo, por muy valientes, por muy valerosos, por muy inteligentes o por muy dignos y muy buenas personas, todas las criaturas humanas caemos en esa trampa, no una vez sino muchas veces en el transcurso de nuestra vida. Es la trampa de la mente, de nuestra propia mente

Hombres de campo

Soy un gran ignorante de la biología, de la geología, de cualquier ciencia del campo, de los animales, de las plantas. O soy el gran ignorante que creía ser y que, a fuerza de experiencias y otras causalidades y casualidades, he ido encontrándome con sucesivas y grandes sorpresas en el mundo natural. Lo malo de eso, de vivir sin convivir con las ciencias de la naturaleza, es que me pasa con la botánica y otras ciencias del campo como con los idiomas, que si no los practico, pierdo el ritmo y no distingo un tomillo de una aliaga, un olivo de un almendro, un pensamiento de un tulipán. De niño, me tenía por un animal de ciudad. Eso creí cuando llegué, con diez años, a un pueblo manchego, del sureste de Ciudad Real. Todos los niños sabían el latín, el griego y otras ciencias aristotélicas de todas las materias del campo. Yo no había visto un olivo en mi vida. Sí, los había visto pero de pequeño. De regreso en mi pueblo natal, con sus muchos huertos, con sus muchos kilómetros c