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Mostrando entradas de julio, 2014

Leyendo El último judío

Existen escritores que saben crear cercanía, proximidad con el lector, y otros que no saben hacerlo. Su lenguaje es incomprensible o es incomprendido para los lectores.  Puede ser porque el escritor – o escritora – tiene un cable suelto en su cerebro, que le hace creerse que solamente es escritor si es incomprensible y además incomprendido. O puede ser porque es incapaz de hacerse comprensible y, en vez de aceptarse su incapacidad, prefiere trabarse en otros caminos por los que no llegas a entenderle.  Entremos a un ejemplo, Noah Gordon, El último judío. Es un libro sin pena ni gloria, más bien es un libro flojo. Pero es un libro que trabaja las escenas particulares, las escenas literarias. Trabaja la proximidad con el lector. Noah Gordon es un escritor y le importa un bledo escribir de esto o de aquello. Él confecciona una historia y la cuenta.  Si miramos este libro por el lado histórico, dice cuatro verdades y dice otro grupo numeroso de chorradas. El valor que tien

Titulillos de pareja

Las relaciones entre hombres y mujeres son una parte más de este mundo. Aprender a vivir con todo esto, es tan importante como saber el código de circulación vial o el conocer tu propio idioma y saber articular las palabras. Es una característica del mundo, que cada persona tiene su propia cruz y su propia gloria. En apariencia, todos nos decimos a todos que nos aceptamos todos a todos, simpatizamos todos con todos. Y esto no es verdad, para nada es verdad. Nos cae más simpática la gente guapa, la gente graciosa, divertida, alegre, con éxito, incluso nos gusta más estar con las buenas personas que con las malas personas. Bien, la cosa es que vamos diferenciando y haciendo diferencias. Y esto lo hacemos desde que somos niños, porque ya en nuestra tierna infancia comenzamos con los titulillos y las etiquetas. Y a partir de ahí comenzamos esta gran historia de la interrelación humana, que yo creo que mucha gente se la toma como una guerra. Recuerdo aquella canción de Joaquín

Yo digo paz

Con toda nuestra evolución, los seres humanos somos vulnerables, igual de vulnerables a la vida, a la química del oxígeno y del agua, a la necesidad de alimento y calor corporal interno, vulnerables al latido de nuestro corazón, pero también somos vulnerables a todas las diferentes formas de violencia, tanto las más refinadas como las más primitivas, tanto las violencias a baja escala, a media escala o aquellas otras que son un cataclismo de violencia. Desde esta vulnerabilidad, podemos comprender a las masas frenéticas que piden la ejecución de alguien, en la plaza pública, como podemos comprender el fanatismo de multitudes que parecen un reguero de furia, en nombre de lo que quiera que legitime o justifique su furor o su furia. Desde esta vulnerabilidad, podemos también comprender los comportamientos individuales donde yo te agredo, tú me dices que porqué te hago esto, yo te respondo que porque creía que tú ibas a iniciar una agresión. Total, yo creo que existe un argume