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Mostrando entradas de julio, 2011

Mi relación con los animales

Me pasa con los gatos y con todo bicho viviente de cualquier especie: no soporto el sufrimiento de los animales. Me estoy acordando de un perro nuevo por el pueblo; es un caso ese perro; es un caso único. Yo echo las migas a los pájaros y va el perro y se las come; y le digo: “chaval, tú, ¿qué estás haciendo?” y te mira con una carita de intentar comprenderte, con una mirada inteligente que no sabes si te está pidiendo en adopción o es que está dejando el problema de pensar para después; una monada de perro que necesita un buen baño y desparasitarlo. El perro callejero es libre, con sus parásitos a cuestas, pero libre; amigo de otro perro blanco con pintas negras, también de su pequeño tamaño, con el que recorre las calles del pueblo; me resulta ese perro llamativo porque tiene una mirada inteligente; se le nota en la mirada que el perro está haciendo un esfuerzo por comprenderte. El otro día me dio una penita… le veo en la calle sin saber dónde ir ni de dónde venir; con u

Soledad por quién preguntas

La verdad es que es algo bien curioso. Yo me sentía bien despierto cuando vivía en Salamanca. Había partes de mí que las tenía ciegas, sin ver; partes emocionales y por tanto emotivas. Pero me sentía despierto; comprendía todo a la primera y me sabía manejar. Era como navegar en un río que te dejas llevar por la corriente; en mí y en mi espacio de alrededor siempre estaba la convicción “esto me saldrá bien”, y fijo que sale bien, más bien incluso de lo que piensas que te va a salir. Así años y años, en Salamanca. Bien, me adormezco, me apago, como un fuego que se queda en una lucecita débil. Y venga a encender otra vez el fuego; y venga a despertarse; pero ahora me despierto porque es que o despiertas o te mueres. Y pasa tiempo y tiempo y vuelves a caminar, como si nada ha pasado. Tiempos de crisis, de tempestad, de naufragio, el náufrago en la playa; no puedo; “que se levante, don náufrago”; el siguiente día ya te levantas porque las tripas hacen cruá cruá. Y buscas unos piño

Vitalista y reflexionista

La soledad tiene muchos inconvenientes, pero una de las cosas buenas que tiene la soledad es que te deja conocerte a ti mismo con toda realidad y realismo. Este retiro rural me ha dado mucha materia de aprendizaje, de conocerme mejor, de reflexionar en el hombre que estoy comenzando a ser. Lo cierto es que, estés donde estés, la vida ya es por sí motivo de reflexión. Aunque yo siempre fui más partícipe de reflexionar menos y de vivir más, ser más vitalista que “reflexionista”. Reflexionar, cuando haya de hacerse, pero sin perder el gusto y la voluntad por vivir, porque realmente reflexionar no tiene porqué ser lo mismo que inactividad o pasividad, o incluso que hay muchos momentos donde la cabeza tiene que estar en off, dejemos de pensar tanto. Dejemos de juzgar y valorar la realidad y simplemente vivámosla, por ejemplo para oler el viento, para oler una flor, para oler el olor a ozono que sobreviene después de una tormenta. El mundo nos entra por nuestros sentidos, vívase