Mi calle

Mi calle es un callejón deshabitado, que era antes una calle con encanto y que es hoy una calle solitaria, yo creo que también con encanto, lo que pasa es que ahora, cada dos por tres, escucho algún estruendo, por algún trozo de pared que se desploma y cae al suelo. Es la costumbre, en estos dos últimos inviernos, por los grandes aguaceros y nieves que están cayendo.

Mi calle, hace treinta años, era un campo de convivencia vecinal, de muchos vecinos, que tomábamos la calle, como el patio de nuestras casas. Estaba llena de muchachos y muchachas. Era vital, viva.

Hoy es una calle que habitamos tres familias. Un 70 por ciento de las casas están deshabitadas, vacías.

Mi calle es un rincón que tiene historia, como la tiene el pueblo donde este rincón forma parte. El rincón de un pueblo manchego, preserrano, que es un poco como los pueblos del final de la llanura manchega y otro poco como los pueblos de la sierra que se abre, tanto hacia el Este, como hacia el Sur.

La calle Alta, que es callejón y es calle, calle de cuesta, que abre en cuesta y termina en cuesta. Calle de castillo, que lo tiene a cuatro pasos. Calle que recuerda a los rincones andaluces, irregulares. Calle que no se parece a las calles de las ciudades modernas, perfectas, lineales, rectas. Es una calle con curvas, con aristas, entrantes, salientes. Una calle entretenida, una calle divertida, ideal para que los niños jueguen.

Una calle que tiene sus ritmos propios, según son y somos los vecinos que hoy componemos el paisaje humano de la calle. Que es un paisaje muy distinto del que era en 1974, cuando nos trasladamos a esta casa en esta calle. Radicalmente distinto, nada que ver. Estaban un porrón de personas por entonces. La calle llena de chiquillos, que jugaban al elástico, la pelota, o el niño estudiante que sacaba la mesa, los libros, el globo terráqueo.

Ahora, mi calle, en estos tiempos, es un remanso de paz. Además es una calle lírica, poética, adornada por el bullicio de los pájaros, el maullido de los gatos en celo, el ladrido de algún perro, la cabra de José, las gallinas al otro lado del valle… es un festival de sonidos.