Activismo social
Activismo social; yo creo que es algo que se lleva en la sangre, en el código genético, en la identidad, en el adentro de quienes somos activistas porque no podemos ser otra cosa.
Soy activista desde que he nacido; no puedo decir que comencé a ser activista con 14 años, en el instituto, o que comencé a ser activista, con 18, en un sindicato, comisiones obreras; comencé mucho antes, desde niño; en cada instante de activismo, que podía ser el llevar la cesta de la compra a mi madre o que podía ser enfrentarme a unos sujetos que por ser más en número piensan que pueden cortarnos la cabeza o rompernos los sesos a la minoría.
Mi activismo es de antes de los tiempos del instituto y de sus representaciones teatrales y sus actos “revolucionarios”; y mi activismo viene también de antes de formar, en este pueblo, una experiencia sindical que jamás ha vuelto a producirse; fue un oasis de tres años, en información y derechos de las personas trabajadoras de este pueblo.
El activismo social se lleva en la genética; basta algo para hacer que vuelvas a coger los trastos de la revolución y salir a la calle, a defender y proteger aquello que consideras irrenunciable y legítimo; la libertad por ejemplo.
En setiembre de 1992, creía que me había despedido del activismo; llevaba una linda vida burguesa y confortable, sin necesidad de activismos; aunque el activismo estaba siempre, latente, dentro de mí; bastó una casualidad para que no me pensará dos veces el regresar a ser uno con mi genética: ser activista.
Un fin de semana; un pueblo perdido de la provincia de Zamora; unos niños en bicicleta; un tío con cámara de fotos y bici del año la pera, también recorriendo campos; cruces rojas en los campos, sobre la piedra; palitrosques en los palos que dicen: no molestar estamos trabajando hasta diciembre 1992. Qué pasa aquí, me pregunto.
Todavía no habían llegado los tiempos de las obras públicas y faraónicas; ahora cualquier pueblo es presa de esas obras, sin respeto medioambiental ni de ninguna clase; se le llama hacer las cosas a lo bestia en nombre de eso que se dice “el bien común” o el bien de todos.
En 1992, España buscaba un emplazamiento para enterrar los residuos radiactivos de alta actividad, procedentes de las nueve centrales nucleares existentes en nuestro país; hoy en 2010 sigue pasando lo mismo; tenemos a Yebra y a otros pueblos que se han presentado voluntarios para el ATP.
La industria nuclear se había extendido pero ya contaba con los primeros detractores; Jacques Cousteau denunció valientemente el vertido de residuos radiactivos al mar; la prensa también denunció las pruebas radiológicas en esquimales; Francia, a la cabeza; Alemania; residuos nucleares, gran problema; y las piscinas nucleares, llenas; y qué hacemos; se está investigando de forma secreta; todos los países implicados.
Ahora tenemos los residuos en frío, pero necesitamos trasladarlos; dónde; son residuos, algunos de los cuales tienen cientos de miles de años de actividad. Parece que el medio más seguro es enterrarlos. ¿Dónde? Medio salino, medio arcilloso, medio granito.
Et voilá, el granito, Sayago y Las Arribes del Duero y la frontera portuguesa son ricas en granito; Iberdrola, entonces principal propietaria de centrales nucleares, tiene intereses hidroeléctricos en esas tierras; ensayemos, estudiemos su geología; esto era en 1992.
Cinco años antes, en 1987, comenzó a hablarse en aquella misma geografía, exactamente de lo mismo; yo no viví aquellos hechos; vivía ya en Salamanca, pero me pasaron completamente desapercibidos; fue cinco años más tarde cuando me puse al día de todo lo que había sucedido en 1987.
¿Qué había sucedido?; pues que Enresa, que es la empresa pública que gestiona los residuos nucleares, proyectaba una investigación, en el pueblo de Aldeadávila de la Ribera y comarcas limítrofes; con tan mala fortuna que el tema saltó a la calle y los vecinos se pusieron en pie de guerra; los abuelos, a golpe de garrota, tomaron las carreteras; tres ingenieros de una empresa (Adaro) estuvieron a punto de ser linchados; un vicepresidente de la diputación fue secuestrado por todo un pueblo durante 27 horas y tuvieron que rescatarle los GEOS, de madrugada; varias torretas eléctricas fueron dinamitadas; durante siete meses, se vivió una defensa encarnizada y feroz, en más de cincuenta pueblos, principalmente de Salamanca, el noroeste de Salamanca.
En aquella movida, al frente, gentes de todas clases, espontáneamente, por pura repulsa contra un posible cementerio nuclear; manifestaciones de miles de personas; los alcaldes todos unidos sin mostrar ni el más mínimo signo de aprobación al tema.
1987, un movimiento espontáneo de personas que nunca llegó a tener forma jurídica, que se llamó Coordinadora del Bajo Duero.
Cinco años más tarde se ha olvidado todo; las personas siguen su vida normal, pero vuelven a aparecer los mismos rasgos, salvo que esta vez en un radio más amplio, que compromete a dos provincias, Zamora en la comarca de Sayago, Salamanca en la comarca de Las Arribes del Duero; subcomarca sería mejor decir.
Septiembre 1992, unos técnicos investigan, nadie sabe nada, la prensa está denunciando, nadie dice nada, un tío que pasaba por allí pregunta, nadie sabe nada.
Pasaron muchas cosas durante meses pero no voy a entrar a detalle. La cuestión es que finalmente constituimos una asociación y me escogieron de portavoz y sí, lo era, pero allí no había secretos ni mandangas; ni nadie más que nadie; llegaba un alcalde y quería estar y estaba como uno más con nosotros; no había palabras más bonitas que otras; las palabras más humildes eran tan escuchadas como las de quien se expresara con mucho culterío.
Y funcionó; ya lo creo que funcionó; funcionó seis años; funcionó en numerosas iniciativas, una de ellas con Fondos Interreg II, para la frontera hispano-portuguesa; y funcionó en lo que era capital, alejar la amenaza del cementerio nuclear, hacer ver a los políticos e instituciones que la gente de estos pueblos no quería y no queríamos una instalación de estas características; en el conflicto llegó a entrar vivamente Portugal.
Portugal no tiene centrales nucleares; en 1987 fue un factor decisivo, protestando diplomáticamente contra el Gobierno español por una presunta instalación que contaminaría las aguas internacionales del río Duero; en 1992 volvió a ser decisivo su apoyo, en especial de las Cámaras Municipales de Miranda do Douro y Freixo de Espada à Cinta.
Años y momentos de activismo, van con conmigo, en la sangre, igual que las muchas experiencias y muchas maravillosas personas conocidas en este tiempo.