Los hilos del mundo
Somos un pueblo que teníamos unas características diferenciadas, propias. Éramos España. Nuestra historia había terminado en 1939. El militar del Ferrol hizo la siguiente historia. Luego vinieron unos chicos que decían ser de derechas, y otros chicos que decían ser de izquierdas, cuando realmente no eran de ningún lado sino de unas peregrinas ideas de cuál debía ser la idea de Estado español. El boom llegó cuando nos hicimos europeos. Bendita Europa, sin la cual no seríamos nada, ni tan siquiera estaríamos peleándonos entre nosotros, a modo de reinos de taifas, previos a la Isabel la Católica y el Fernando.
Ahora somos europeos y la octava potencia del mundo. Éramos una pandilla de botijeros y señores de bigote, cara al sol. Con nuestro secular orgullo, y como siempre, desde que nos hicimos una, grande y libre, allí por el 1492, éramos señores y señoras de pelea entre nosotros. Conseguir sociedades tan organizadas como las que tienen en la Europa del Norte, para nosotros es pedirnos demasiado.
Llegó Europa, y nosotros somos uno de los cuatro países corruptos, los chicles del sur de Europa. Somos junto a Portugal, Italia y Grecia, los chicos que se gastan con caradura los fondos de cohesión y los fondos estructurales de la UE. Dinero entrando a espuertas y profundísimos cambios sociales. ¿Quién nos iba a decir a los españoles que íbamos a ser la octava potencia del mundo?. Imposible. Pensar que lo hemos conseguido con el sol y el buen tiempo que Dios nos ha dado, convirtiéndonos en el segundo destino turístico mundial, es pensar que somos un pueblo al que se nos aparece la virgen. Somos peculiares, raros, extraños, cosa aparte. Y estamos cambiando muy aprisa, en nuevos modelos.
No podíamos imaginar, hace dos décadas, que nuestros bancos generarían semejantes beneficios, o que nuestras multinacionales del petróleo, de la telefonía y de los servicios financieros iban nuevamente a hacer las Américas. Mucho dinero y en muy poco tiempo, y cuatro millones de inmigrantes, para avivar la competitividad laboral. Y una sociedad que comenzó robando disimuladamente, después un poco menos disimuladamente, y por último, con un garrote en el hombro, a tumba abierta, a saco lleno.
Personalmente creo que el paisaje social se está deteriorando a pasos agigantados, y que vamos a asistir a algunos feos y desagradables desencuentros, no solamente en España sino en el resto de Europa. No son fenómenos aislados sino hechos que están entrando de lleno en nuestra vida social. Desde mi punto de vista, esto no sucede porque sea aleatorio que suceda, sino porque existe un sistema organizado de propaganda que promueve este sistema.
El feroz consumismo de un modelo unificado en todo el planeta Tierra. Un sistema de propaganda que podemos tachar como débil y no lo es. Los minutos de televisión que una persona ve, de lunes a domingo, son influyentes en su forma de pensar y de vivir. El bombardeo que una persona recibe en la actualidad es, además de la pura propaganda política y social, también un sistema para inducirle a tener un estilo de vida. Dentro de unas condiciones normales de mercado, nos encontraríamos con una felicidad intrínseca, unida a la prosperidad económica.
Sin embargo, los hilos del mundo siguen moviéndose a escala intercontinental, y las economías nacionales no son sino piececitas dentro de un juego global más grande. La ferocidad expansiva del mercado no puede detenerse, y es por esto que la economía de USA y la UE no puede frenarse, porque tiene duros y potentes competidores, comenzando por China y siguiendo por otros países emergentes. Es una lucha de poder, en el más puro estilo, que afortunadamente no se está desarrollando a fuerza de bombas nucleares.
Es una lucha de poder más light, de un mercado económico que intenta instalarse, en la cocacola, en el automóvil, en la telefonía, en cualquier sector estratégico, y ser una especie de microchip capitalista sin serlo. ¿La parte negativa? Yo pienso que el ser humano se está volviendo loco. Las patologías son cada vez más anormales y los comportamientos son de lo más disparatado. El problema de la seguridad se va a acercar al modo de vida american life. Y desde luego el sistema americano, sajón, no es exportable a Europa. Pero tenemos un capitalismo que toma formas específicas según las zonas del planeta en las que actúa. Y ahí estamos viendo sus locos y bárbaros planteamientos, por poner un ejemplo ahora también de moda, el cambio climático.
El ser humano que vive en Occidente se siente seguro y es una tontería, porque no está nada seguro. Muchas personas se encuentran que años de duro esfuerzo se van a pique por una tormenta inadecuada, un asalto con fuerza inadecuado, o miles más de contingencias que asaltan al ser humano de hoy. Más ejemplos, se ha reducido de forma alarmante la capacidad de producir espermatozoides del ser occidental. No es un microchip que le hayan puesto a nadie, pero se están produciendo transformaciones biológicas, que tienen consonancia directa con nuestro estilo de vida.
La Tierra es un ser vivo, y nosotros no somos los únicos que hacemos uso de este planeta. Nuestro egocentrismo nos vale para nosotros, para creernos importantes, pero ante la Tierra, es una patata frita. La Tierra tiene su propio ritmo. Toda nuestra ciencia sigue sin saber resolver cómo se sostiene en el firmamento una esfera con vida, en un delicadísimo y complicadísimo equilibrio. Pero la Tierra conoce cuándo sí y cuándo no tiene que poner algo en marcha. El otro día vi un documental sobre el jurásico. Qué maravilla pensar que los hoy pájaros eran reptiles, y que fueron especializando nuevas formas de vida. Qué maravilla pensar en los movimientos tectónicos que hacen que el planeta, también en superficie, esté en constante movimiento. Miramos a cualquier parte y vemos plenitud. Para la inteligencia humana, dos brazos, dos piernas, un tronco, una cabeza, tenemos un paraíso, un enorme paraíso.
¿Qué hemos hecho? Veamos lo que hemos hecho en los últimos cien años. La especie humana llevamos más de 40 mil años sobre la superficie de la tierra, y en solamente 100 años, tenemos buena prueba de lo conseguido. Hay que ser imbéciles para desarrollar el estilo de vida que nosotros, como especie, hemos desarrollado. Inconcebible el uso de la masa vegetal. Pero más inconcebible todavía que hoy juguemos a ser dioses, con manipulaciones genéticas, sin darnos cuenta que estamos perdiendo la batalla.
El tipo que se tira en un laboratorio, toda la vida, buscando el elixir de la juventud, y es tan tonto que se ha quedado calvo, con el carácter agrio, con úlcera, mala leche, y sin espermatozoides. No es nada extraño que buena parte de los comportamientos actuales necesiten estímulos plenamente artificiales para sentir, percibir, emocionarse, tener acceso a la realidad interna de vivir. Si tuviéramos una maquinita que llevara el registro de los pensamientos de todos los seres humanos, como en aquella película de Wenders, ángeles sobre el cielo de berlín, veríamos una angustia interna brutal. La especie que no cede en la explotación y dominación sistemática, unos de otros, y que sin embargo no es dueña de sí misma. Como una gran Torre de Babel, que se derrumba y deja a todos esos seres inteligentes, humanos, boquiabiertos, sin saber qué decir.
Bien mirado, también es verdad que estos tiempos que vivimos son los mejores tiempos de muchísimas personas. En el siglo XI, en una de aquellas cabañas de paja, con goteras, con un par de patatas en la cazuela, con unas ropas remendadas, y con el baño de las aguas frías de un río de primavera, es difícil imaginar el mp3, el computador, el teléfono fijo y el móvil, la webcam, el deuvedé, la tele, la radio, la lavadora, el lavavajillas, el coche uno, el coche dos, el vestuario que podría ser de un noble medieval, y cuando se pasa de moda para caridad y los pobres, el frigo, la tostadora… etecé. Claro, si lo miramos desde nuestro lado, aquella gente era más dura que una roca, no tomaba nolotiles ni aspirinas, y generalmente no padecía de insomnio.
En su conjunto, y así como filosofía, pienso que el mundo humano es una oportunidad muy abierta. Igual nos encontramos dentro de diez años con un conflicto generalizado, como nos podemos encontrar con 50 y 60 grados un verano cualquiera, y que los abueletes mueran como chinches, o igual nos encontramos otro tipo de cosas. Está mucho visto y está todo por verse.