Relaciones tecnológicas

Es fácil que las sensaciones tecnológicas sustituyan a las sensaciones naturales. Y es fácil que causen un estrés por pedirle a la tecnología más elementos de los que la tecnología nos puede ofrecer.

Estos elementos quedan desdibujados en cualquier relación tecnológica. Y con todos mis respetos por las relaciones tecnológicas, la información vital nunca es la misma, en un correo electrónico, en un chat o en un Messenger, en un Skype o en un teléfono que la viva realidad de vivir e incluso de convivir con una persona.

Las relaciones a través de las nuevas tecnologías tienen su lado bueno y también tienen su lado malo.

Yo creo que el estrés no es bueno o malo. Es una fuerza que se desata en instantes especiales. Puede ir relacionado con la inseguridad, pero no tiene porqué. Simplemente, por las propias circunstancias.

El estrés es tan natural como es el respirar, el alimentarnos, el orinar o el defecar, procesos completamente naturales. Solamente que el estrés está para lo que está, no para transformarse en nuestro enemigo, creándonos inseguridades o esfuerzos innecesarios.

La distancia y el desconocimiento o incertidumbre, es normal que sean estresantes, dependiendo también de cada persona y de cada situación o circunstancia. Cuando conocemos en vivo a una persona, sabemos el color de sus ojos y de su pelo y de su piel, su estatura, sus facciones, sus ademanes y movimientos, si nos resulta una persona atrayente o repulsiva, etcétera etcétera.

En apariencia, un Skype es como tener a una persona al lado de ti, hablando en simultáneo contigo, pero no deja de ser una persona, al otro lado de la pantalla de una webcam. Existe información vital de una persona que solamente nos la proporciona el tener a esa persona al lado nuestro, sentir la temperatura corporal de su mano o su mirada o sus gestos.

Las relaciones tecnológicas pueden acumular un estrés, y creo que depende de muchos factores, pero principalmente de cómo somos las personas que formamos parte de una comunicación, de cómo somos y también de cuáles son nuestras actitudes sinceras y esenciales en la acción de comunicarnos.

Las relaciones no tienen porqué ser estresantes, pero está demostradamente claro que toda relación hombre-mujer, en todas las especies animales, también en la nuestra, genera un estrés de tela marinera, un buen estrés que, aún siendo bueno, sigue siendo un sobreesfuerzo emocional.

El estrés y el antiestrés. Y el estar fuera del estrés sería hablar de intuición, de sensaciones que una persona te transmite sea por el medio que sea.

Si hoy estoy frente a una persona, sea por un medio tecnológico o natural, mi acto es de agradecimiento, por este ahora, por este instante de compartir. Es fantástico estar libre de esa ansiedad de querer más de lo que el momento está dando. Porque es sentirte relajado, disfrutas y vives este preciso instante y no te llenas la cabeza con preguntas capciosas que a fin de cuentas limitan los horizontes de otra persona.