Evolución de la inteligencia
La vida es un fenómeno extraordinario; y vuelvo a recordar al buen señor de Radio Colifata con su ¡el ser humano…es extraordinario!.
La vida es un fenómeno extraordinario; arrancó hace millones de años, fruto de una explosión muy lejana, en la que creyéndonos que caminamos por un mar sin rumbo, en realidad estamos todos en la capitanía del capitán, tomando todas y todos las grandes decisiones.
Por aquellos entonces, éramos átomos disueltos en la nada, reunión de fuego y agua y aire y tierra que entonces no existían sino una pura combinación binaria de materia-energía.
De aquellos principios y por el concurso de millones y nuevos millones de años, emergieron las primeras formas de vida y su siguiente evolución, dando consigo un fenómeno singular, en un planeta habitable y habitado, éste que nos lleva cobijando desde nuestro principio: Tierra.
El gusano, el pez, el tigre diente de sable, el mamuth, criaturas y especies que fueron pasando; todas éramos distintas y todas éramos una y estábamos en una misma unidad.
Fuimos pasando de criatura en criatura, de especie en especie; la vida continuaba su ascenso imparable, evolucionando.
Había que pagar un duro precio, pero siempre íbamos un paso adelante; y otro más; y otro más; y así fueron llegando nuevas especies por evolución de las anteriores.
Llegó una nueva especie, por evolución de los grandes monos; a lo largo de cientos y miles de años fue pareciéndose a algo nuevo, diferenciándose más de los grandes homínidos, pero sin dejar de serlo.
Siguieron pasando miles de años.
Y un total de 2 millones de años.
Y esta nueva criatura, maldenominada Hombre, comenzó su andadura por este planeta. Eran los tiempos del Homo Erectus.
Hace aproximadamente unos diez o veinte mil años, esta criatura mejoró sus formas de vida; aprendió a cultivar la tierra, construir casas, fabricar instrumentos y herramientas, domesticar ganado, fabricar excedentes de producción; tener tiempo libre; comenzó el primer signo de civilización que después comenzó a expresarse en las polis o ciudades y en las primeras civilizaciones de la Antigüedad; desde entonces, nuestra historia ha sido un choque y una confrontación constante, intercultural, que sorprendentemente, en vez de exterminarnos, ha ido produciendo nuevas manifestaciones socioculturales, llegando al fenómeno sorprendente de que, por primera vez en la historia humana, hemos batido todos los récords de superpoblación.
Y ahora viene la pregunta de si la superpoblación es buena o es mala; yo digo, es buena porque significa menos mortalidad infantil, porque significa mayor longevidad, mejor calidad de vida; pero es mala en el sentido de que, cuando somos tantos, unas miles de vidas de más o de menos, parecen importar poco a quienes han estado dirigiendo los destinos del mundo humano.
Si ahora comparamos a la criatura que éramos hace 20 mil años y a la que hoy somos, encontramos rasgos brutales que nos diferencian; en todos los sentidos.
Pero lo que importa, y de aquí toda esta exposición que llevo haciendo, es si podemos o no podemos vivir en paz; es decir, el grado de inseguridad o de riesgo que entraña vivir en un mundo conflictivo, contradictorio y violento como lo es el que actualmente vivimos.
Aquellos primitivos pobladores del neolítico, o después, en las sucesivas civilizaciones, Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, etc, no conocían todo un conjunto de artes para la violencia que hoy sí tiene al alcance una persona normal y corriente.
Ya no hablo de tener pistolas en vez de tener espadas; hablo de otra herramienta más peligrosa: la inteligencia.
Aquellos romanos o griegos iban al teatro, pero no tenían en su casa a las telenovelas latinas donde la tal y el cual son capaces de echarse las más descaradas mentiras con la cara de póker que puede caracterizar a quienes son egoístas por naturaleza y piensan en lo que ellos llaman su carrera deloquesea.
Cuando una persona es ametrallada, desde la mañana a la noche, con todo un maquillado paisaje social, acaba viviendo un conjunto de comportamientos que son como añadidos, como pieles artificiales sobre su propia piel; dejando de ser ella misma y viviendo más por las convenciones de su alrededor.
Dentro de este contexto de mundo inseguro, de mundo engañoso, el arte, la autoexpresión artística y corporal, es también un medio o una herramienta para fortalecer nuestro sistema inmunitario frente a las agresiones físicas y psíquicas que recibimos del exterior.
El arte es algo más que una fuerza puramente creativa, es como una autoexpresión de fuerza vital más que puramente fuerza artística o creativa.