De vencejos y garbanzos
El miedo hace la vida más peligrosa de lo que ella puede ser por ella misma.
Hoy veía los vencejos y golondrinas, en número elevado, posiblemente doscientos o trescientos pájaros, dando vueltas en la plaza de un pueblo, realizando acrobacias difíciles, de las que un error igual a estrellarse; no he visto ningún pájaro darse una torta contra otro ni contra ninguna pared; algunos de sus giros eran difíciles, pero ninguno temía por su vida.
El hecho de que la vida sea o no sea peligrosa, creo que no debe limitarnos en nuestro afán vital; no tengamos miedo a vivir; es fácil decir esto; es difícil llevarlo a la práctica; cuando las personas pasan por el rodillo de la violencia, es normal llegar a tomar miedo a la vida o a partes concretas de la vida; yo digo que, a pesar de las dificultades, animémonos a hacer desaparecer el y los miedos a vivir; si se tienen.
Tomemos, mientras podamos, la vida con humor, inteligencia y una sonrisa. En lo que se pueda; por instinto de sobrevivir si no queremos por otra cosa.
La vida; la vida puede ser como la historia de los garbanzos que hablan, dentro de la olla; y le dice un garbanzo al otro: me estoy cociendo; y le responde el otro: pues espérate lo que nos espera.
Desde que un garbanzo comienza en la planta hasta que acaba hecho detritus y sigue viaje hasta convertirse nuevamente en abono orgánico, tendríamos para escribir un libro con la historia de un garbanzo; ahora bien, qué suerte que los garbanzos no sienten; porque como sintieran no les iba a hacer ninguna gracia ahogarse en un mar de sopa, encontrando un trozo de carne al que agarrarse.
Nosotros vemos la vida desde nuestra perspectiva, pero igual sería bueno que alguna vez nos pongamos en la posición de cómo se debe sentir un garbanzo en una olla a presión.