A quien corresponda
Me gusta el mundo que conozco; hoy por lo menos sí; hoy quiero ver el mejor lado del mundo y de las personas; quedarme con lo bueno de cada instante, sin perder por esto el realismo de saber que bondad/maldad es un invento humano; mal fario cuando tienen que inventarse las palabras; el juego de las palabras encadenadas y las antítesis demuestra vivir en un mundo conflictivo; pero hoy quiero verlo por el mejor lado; con permiso de ustedes.
Hoy, con permiso, quiero dar las gracias.
Quiero dar las gracias a la madre que me trajo al mundo y al médico que la ayudó; y al abuelo y al padre que se alegró de verme por estos barrios.
Quiero dar las gracias: a la hermana Bernardina y a sus oraciones; al Tío Emilio y su caballería y su trilla y su dejarme dar vueltas en una pequeña silla de niño, corriendo a toda velocidad, montado en la trilla; quiero dar las gracias a la burra blanca del hermano Juan de Dios, que nunca supe si montarla de costado o por el culo, a riesgo me diera una patada.
Quiero dar las gracias a todas las personas que me ayudaron a tener cuatro años de sensaciones rurales, de pueblo español de años sesenta, casas blancas de cal, cuadras en las casas, olivos por los campos, botijo verde de plástico, triciclo rojo, mujeres lavando en ejércitos en el arrojo de la Juan Jordana, extendiendo las sábanas sobre zarzas y matorrales; el campo verde y de colores; nada de aquello es ya visible; y mejor; a nadie le gusta irse al arroyo, armada con un trozo de jabón, una lavadora de mano y los kilos de ropa de la familia; pero a nadie le importaba; si quieres conocer la vida, acércate a un grupo de mujeres que lavan en un arroyo; siéntate, te dejan; eres un niño; espero que no se te olvide (digo a aquel niño que un día fui) las muchas cosas que me enseñaron aquellas mujeres que lavaban en los arroyos y sembraban el campo de colores.
Miro la retrospectiva y, sí, creo que he tenido suerte; la vida ha sido generosa conmigo; sigue con su generosidad; que siga por muchos años.
Motivos, muchos, para dar las gracias; dar las gracias por cuatro primeros años de vida rural, de la de siempre, de la que ya es razón de estudio para etnógrafos y antropólogos; se fue, no queda nada; pueblos que se despersonalizan y pierden su impronta natural, su carácter de pobladores que dejamos aquí nuestra huella; que no será tan famosa como la de amstrong, al pisar la Luna.
Tuve una infancia nómada o seminómada; e intensa; y por ella puedo dar las gracias a quienes me ayudaron a ir aprendiendo; y a comenzar a vivir.
De la vida de un niño curioso, con triciclo y botijo verde de plástico, que acompaña a su madre, tú ahí quieto, yo aquí quieto viendoos a todas lavar en el arroyo.
Un niño que no da problemas, porque sabe lo que cuesta hacer los niños; pero un niño que estoy a todo; un niño viejo dicen los mayores; ah, a lo mejor, quién sabe; ¿es que acaso lo sabemos todo?; nooooo; si lo supiéramos todo no nos quedaría nada por saber; qué aburrimiento; y qué disparate.
Son años donde todo se memoriza en la retina; tuve suerte y doy las gracias a quien corresponda.