Vitalista y reflexionista
La soledad tiene muchos inconvenientes, pero una de las cosas buenas que tiene la soledad es que te deja conocerte a ti mismo con toda realidad y realismo. Este retiro rural me ha dado mucha materia de aprendizaje, de conocerme mejor, de reflexionar en el hombre que estoy comenzando a ser.
Lo cierto es que, estés donde estés, la vida ya es por sí motivo de reflexión. Aunque yo siempre fui más partícipe de reflexionar menos y de vivir más, ser más vitalista que “reflexionista”. Reflexionar, cuando haya de hacerse, pero sin perder el gusto y la voluntad por vivir, porque realmente reflexionar no tiene porqué ser lo mismo que inactividad o pasividad, o incluso que hay muchos momentos donde la cabeza tiene que estar en off, dejemos de pensar tanto.
Dejemos de juzgar y valorar la realidad y simplemente vivámosla, por ejemplo para oler el viento, para oler una flor, para oler el olor a ozono que sobreviene después de una tormenta.
El mundo nos entra por nuestros sentidos, vívase. Sin reflexiones, viendo y viviendo. Para ver, para ver los rayos de sol, para sentir. Son millones las ventanas que la realidad abre para que captemos la mucha vida que existe por todas partes, vida que nos podemos contagiar nosotros mismos porque el sol nos calienta la sangre, o el aire nos nutre para vivir y respirar.
O sea, que he reflexionado lo bastante en este retiro de varios años para conocerme mejor, y descubrir lo importante que es vivir.