En la cuerda floja

Ninguna persona se merece la tensión continuada de vivir en la preocupación, en la cuerda floja, de pensar qué va a ser mañana, qué va a ser dentro de unos días, qué va a ser dentro de unos meses, o en el mejor de los casos qué va a ser dentro de unos años.

Semejante inseguridad manifiesta es un tormento para cualquier cerebro y no hemos venido a vivir para atormentarnos indefinidamente el cerebro, pero el mundo es así, una gran maquinaria donde poder vivir en él, y cuesta tanto, tanto sacrificio, tanta preocupación, tanta inquietud, tantas noches durmiendo mal o medio mal, tanto problema, tanta ecuación sin resolver, tantas incógnitas…

No queda otra que relajarse, respirar, respirar, contar hasta diez, contar hasta veinte, hasta treinta si es necesario. Y al menos en el espacio mental, fraccionar los problemas, ayudando a verlos en su dimensión más exacta, ya que vistos en conjunto asustan y espantan por sus terribles dimensiones, pero vistos en partes o por fracciones o separados, no resultan tan inquietantes ni resultan tan espantosos.

Se va asimismo ganando confianza en que si podemos cantar victoria en las fracciones y en las partes, resulta o resultará más fácil cantar victoria en el conjunto total, que es en definitiva el conjunto de cosas o nuevas circunstancias que queremos nos ayuden a salir del problema y situarnos en un nuevo punto de partida, dejando el problema atrás y situándonos ahora en un nuevo comienzo, que hemos conseguido desarrollar de forma no traumática y sin dosis elevadas de estrés o de ansiedad, sin dejarnos la vida en ello.

Intentar ser impecables, implacables, sobrios y con sentido común, que dicen que es el menos común de todos los sentidos. Pero es necesario en estos puntos de inflexión el mantenernos serenos y firmes, no perder la calma, porque perdiéndola por dentro que es como decir que perder la seguridad o la confianza en nosotros mismos estamos dando alas a la derrota, cosa que evidentemente no queremos bajo ningún concepto o circunstancia.

Por tanto, fraccionar mentalmente el problema, viéndolo en sus partes como se vieran las ruedas, el depósito, el motor, el volante de un automóvil, ponerse en la tarea de qué mecánica practicar para poner esas piezas al día y para que el automóvil siga funcionando, mejor incluso que antes, ayudando que lo que era un problema se convierte en un prueba superada y en un ¡uf, qué cerca estuvimos de la derrota, pero qué bien supimos hacerlo para no acercarnos más ni quedarnos en el fracaso!