Pastillas contra la ignorancia

En estos tiempos de mucho conocimiento y mucha información, tiempos de plena alfabetización, que todos sabemos leer, escribir, contar, es chocante nuestro pésimo nivel cultural.

¿Esto es por algo? Indudablemente que sí. Sigue un propósito, tiene un puro afán comercial. Consigo quitar todas tus referencias y al final te convierto en un esclavo de mis productos.  Te vendo pastillas contra la ignorancia, pero toda la vida consumes mis pastillas y toda la vida no dejas de ser un ignorante.

Yo creo que este tipo de cuestiones, por fin ya son visibles, por fin han tomado una realidad visible, visibilizada, donde por fin hemos llegado a aceptar el problema. No podemos asumir una falta de valores si no vemos el problema. No podemos comenzar a trabajar en las soluciones si ignoramos sistemáticamente el problema.

El sistema cultural dominante nos ha estado vendiendo una serie de disfraces de todo tipo, en especial a partir de la Segunda Guerra Mundial. Un sistema que en su justa medida, es bueno pero que, por exceso, invariablemente se transforma en algo malo.

Era el sistema del primer mundo, los países emergentes o en vías de desarrollo y los países subdesarrollados. Hace tres décadas, cuatro décadas, apenas nadie se planteaba si ese desarrollismo industrial, tecnológico, comercial, era bueno, porque traía comida, alimento, a nuestras vidas. También nos enseñaba a leer, a escribir, a contar.

Y todo esto está bien cuando trabaja a favor de la libertad de las personas, pero no cuando se convierte en una esclavitud. ¿De qué le sirve a un hombre escribir alabanzas para un sistema que le oprime y esclaviza?¿de qué le sirve a un hombre contar nada más que sus deudas en vez de poder contar sus bienes?.

Países altamente desarrollados, quien más y quien menos, tienen sus problemas, pero no han perdido gran parte de su identidad, incluso de su joven identidad. La peor parte se la han llevado los países subdesarrollados y los países en vías de desarrollo. Digamos que la mayor parte del experimento social se ha realizado sobre estos dos grupos de países. El resultado, muy caótico.

Claro, realmente es algo que es un shock para la inteligencia. Es como decirme que una democracia es buena mientras tiene crematorios para las vidas excluidas o sobrantes. O es como decirme que paguemos impuestos para una cultura de paz que realmente trabaja a favor de la guerra. La realidad diaria de las sociedades de segunda fila, las que supuestamente estamos en vías de desarrollo, muestra una colección insoportable e inaceptable de contradicción.

Pero eran contradicciones tan supuestamente buenas que todos podíamos creernos esos cuentos. Por ejemplo, en la década de los 80, España entró en la Unión Europea y en la OTAN. Había un enemigo, la Unión Soviética. Incluso había sentimientos antiamericanos. El caso es que todos los expertos metían la pata, pero seguían siendo expertos. Tan expertos como los expertos actuales que pontifican sobre cómo superar la crisis global, entretanto son los mismos que fueron incapaces de vaticinar el crack de 2008.

Qué podríamos pensar de gentes que van a tu territorio y desvían los cursos de agua naturales y convierten tu tranquilo hogar en una megalópolis, de auténtica locura, donde supuestamente vais a ser mucho más ricos y poderosos y libres, cuando en realidad acabamos todos prisioneros de una codicia desmesurada que nosotros mismos hemos creado.

Bien, esto sucede en tiempos donde todo el mundo tiene carreras y estudios universitarios, de mucho conocimiento y mucha información. Pero el hecho básico de una sociedad es la justicia, el magnífico sentido que toma este significado y palabra, la justicia. Si haces una sociedad injusta, tranquilo, antes o después ese estado de cosas se rebela contra sus malévolos creadores.