El mundo de las abuelas

Las personas tenemos, si los tenemos, esos espacios inviolables, sagrados, que nos sirven de referencia personal con relación al sentido verdadero de nuestra propia vida y del conjunto de la vida humana. Espacios que nos enseñan principios sólidos de vida, que nos enseñan valores y comportamientos.

Son comportamientos de otra u otras personas que han formado parte o que forman parte de nuestra vida, nuestra experiencia, aprendizaje y educación. Puede ser un amor adolescente o un compañero del instituto. Puede ser el hijo de los vecinos que te conocía desde que eras un niño. Puede ser la abuela que siempre tenía una mirada dulce, bondadosa, con quien te sentías amado y vivo.

Las personas asumimos roles y papeles que les llaman ahora, pero en realidad queda en algo más tangible como es la responsabilidad, el cuánto o cómo somos de responsables con nuestras familias, vecinos, amigos, parejas, compañeros de estudios, de trabajo, etc. Cómo somos nosotros mismos con el mundo que nos rodea, comenzando por las personas más próximas, inmediatas a nosotros.

No todos los abuelos y abuelas son iguales, no todos los nietos y nietas son iguales. No todos los padres y madres son iguales, no todos los hijos e hijas son iguales.

La familia es un valor que realizan diferentes personas y cuya cohesión y unidad es un esfuerzo de todos. Cuando las familias se dejan corromper y destruir, entonces una parte del ser humano falla en un flanco vital. Todo ser humano necesita sentirse formando parte de algo o alguien, que es en algún sentido el recrear en su propia vida o el construir su propio sentido de hogar y de familia. Tanto da si en sentido literal con mujer y con hijos o en sentido metafórico, en donde igual no tienes hijos pero tu relación con tus vecinos y los hijos de tus vecinos es la misma que si fueran tus propios hijos.

El mundo de las abuelas a mí me activa la memoria, no en recordar a mis abuelas, sino en sucesos de actualidad que tienen que ver con las personas que forman parte de la familia: abuelas, nietos, padres, madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, toda la familia.

Abuelas, si es que tengo que recordar a algunas abuelas, pienso en tantas que recibirán en Navidad a los hijos de sus hijos. Una familia unida. Creo que lo que sienten esas mujeres con sus nietos, tiene que ser uno de los mayores gozos de la vida. Saber ser madre, saber ser abuela. Sí, bien, son espacios de sentimiento y de educación diferentes, pero en realidad estamos hablando de las generaciones siguientes a nosotros.

Un padre educa a su hijo. Nosotros somos hijos de unos padres. Y educamos a nuestros hijos. Y nuestros hijos educan a nuestros nietos. Pero ellos, hijos y nietos, son dos generaciones siguientes a nosotros mismos. Cómo son, es cómo nosotros hemos sido con ellos.

Son generaciones bajo nuestra responsabilidad. Esto yo creo que le da un valor mucho más grande, el amor que puedes sentir por un nieto al amor que puedes sentir por un abuelo o una abuela. Creo que es más intenso el amor hacia un nieto o hacia una nieta, porque en el fondo, tú misma o tú mismo, has participado, en ADN y en vida y en tiempo, a esa pequeña criatura que forma parte de tu vida desde un primer instante.

En fin, qué decir de las abuelas, que nos enseñan los principios sólidos de vida, que nos enseñan valores y comportamientos.