Mis amigos alados

Estoy escribiendo desde primera hora de la mañana. Llevo haciéndolo durante hora y media seguida, y la verdad, delicioso lo que ocurre fuera de esta pantalla del ordenador, en los alrededores de mi presencia física. Una delicia despertar con los trinos de los pájaros que te están diciendo “eh oye, dormilón, chaval, abre las ventanas, chico, que queremos verte”. Y las abres, y varios silbidos lejanos te dan los buenos días, y respondes, “niños, sois divinos”. Jamás pude esperar que la vida me diera el gran regalo de tener miles de pájaros de amigos y vecinos, que celebran la música de un teclado y la que este mismo escribiente pone desde el tercer piso de una casa, en la parte alta de un pueblo manchego. 

Días y días de conocernos, y estábamos todos aquí, pero unos días no hacíamos la música que hoy hacemos, y otros estábamos en otras cosas. Ahora nos hemos encontrado, ellos y yo. 

Ellos, esos miles de amigos alados, que un día, por el Jurásico y aún antes, fueron reptiles y otras formas de vida, y hoy son aves, distintas especies, con sus movimientos, sus aleteos, sus cantos, y su compañía de lo que es la vida de cualquier comunidad humana. Los pájaros, los animales que nos han acompañado en nuestra actividad vital. Y yo, hoy por ejemplo, abrir las ventanas y tener su graciosa compañía, y antes, en distintos momentos de otros días que ellos finalizan con silbidos porque ven que existe un ritmo de teclado, mientras escribo. Y yo digo que es delicioso y puedes vivirlo porque estás en una calle sin vecinos, sin ruidos, sin nada, completo silencio, salvo el sonido que tú y ellos realizáis. 

Y ahora, enseguida, apáguese la computadora que hay que ensayar un poco de flamenco, un poco de guitarra, y un poco de voz. Ejem, creo que mi querido público alado hoy se va a poner muy contento de mi actuación. 

Es que es otra delicia ponerte a componer música, ensayar como de costumbre y comprobar que un público aplaude moviendo sus alas, celebrando tus canciones. Dices entonces: “¡qué bueno! no necesito preguntar a nadie por si lo que hago tiene o no tiene calidad, me lo están diciendo estos pájaros, me están hablando de que esto que hago les gusta, y les gusta mucho, tanto que me da que pensar que todos los días están esperando que se produzca la nueva actuación. 

Me estoy sonriendo, es que me lo veo venir, son unos pájaros que, según los sonidos, así aparecen o actúan o cantan distintas especies. 

Tampoco es que haya muchas especies en esta zona manchega: zorzales, tordos, jilgueros, algún ruiseñor, mirlos, lechuzas por la noche, búhos reales en el campo, perdiz roja que utilizan de reclamo para la caza, y unos canarios que un señor tiene en una casa a unos doscientos metros aproximadamente de mi casa. Urracas, vencejos que vendrán pronto…

Me llama mucho la atención la capacidad que tienen los animales para detectar la sensibilidad de los fenómenos naturales. Algo que también tienen los niños, pero puramente dirigido al juego. Los animales lo tienen como instinto de supervivencia.

Ese sexto sentido es algo que me llama poderosamente la atención porque pienso que también está presente en el ser humano, siempre y cuando quiera ver con desnudez, sin artificio, la realidad. Ver la realidad desde esa perspectiva está plenamente en contradicción con el estilo de vida humano. Ver la realidad, desde esa perspectiva, es ser más responsables de nuestros actos y sobre todo de nuestro propio comportamiento, y tener mucho menos ruido de nuestros propios deseos. Un animal no se mata por adquirir un automóvil. Un animal no caza mil piezas si solamente puede comer una. Un animal no es tonto. El ser humano no es que sea tonto, es que se ha querido pasar de listo, y así nos luce la historia.
  
En fin, como dije antes, voy a complacer ahora a todo un auditorio de amigos alados frente a la terraza de casa.