Y llega la mujer
Del mundo de la mujer, soy un aprendiz y, sin embargo, me he doctorado con mujeres, porque la mayor parte de lo que sé me lo han enseñado las mujeres, y a ellas debo casi todo lo que soy.
Por tanto, sin ser femenino, conozco un pelín el mundo de la mujer; un pelín y una cana.
Por una mujer, la mujer, he hecho tonterías, espectáculos, cinematografías, a lo bestia y a lo ganso. Me sonrío porque han sido la caña; por algo soy el nieto del abuelo Cañero.
Hoy no es que busque la placidez del anciano que quiere descanso eterno y la tranquilidad de un bonito ataúd en el que sembrar flores y malvas; no me veo yo con el aire de sarcófago egipcio. Pero no quiero aventuras innecesarias que una mujer me pida como demostración de amor.
Es más fácil hacer amor, y hacer el amor, sin tanto teatro que al final es una lírica boba y falsa. Más hechos menos teoría; más acción, menos narrativa, menos blablá.
Yo no sé cuántas personas quieren encontrar al amor con mayúsculas o encontrar el amor concretado en otra persona, en mi caso concretado en una mujer. No estoy reñido con el amor, lo que yo entiendo por amor. Sé que para estas cosas llega su momento, y llega la mujer cuando el hombre en ti está preparado. Entonces llega.
Entonces todas las cosas calenturientas y todas las demostraciones de amor, quedan reducidas en un patrón de comportamiento que es una especie de: esto es uno dos tres cuatro cinco seis y siete y sota y caballo y rey, cuarenta cartas tiene la baraja española.
Cuando llega, puede ser de una simplicidad como un: sota caballo rey. Pero a la vez esta simplicidad corresponde a un sistema individual que es un pacto entre dos personas. Los pactos que la gente se hace para convivir son cada uno de lo más extravagante, no encuentras dos iguales; pero todo tiene un porqué.
La respuesta al porqué llega también en su momento, que no es sino cuando estamos preparados para vernos como se miran un Hombre y una Mujer.