Clases de cerebros (1ª parte)

Conocemos la canción de los Hermanos Estopa.

Tenemos tres clases de cerebros, a visión simplificada.

Tenemos a los cerebros perdidos (los que cantan los Estopa)

Tenemos a los cerebros solitarios.

Tenemos a los cerebros ocupados u okupados.

Cada cerebro es único como cada identidad es única y cada personalidad es única. Cada criatura humana somos únicas; no existimos dos iguales; esto da una belleza singular al paisaje que despierta el hablar de ese montón de sesos que llamamos cerebro.

No existimos dos iguales; cada uno tenemos nuestra singularidad y propia característica.

Cada uno de nosotros trabajamos con nuestros propios cromos.

Ningún cerebro es intercambiable.

Una puntualización: hay “cerebros” y cerebros; quiero decir, hay personas que quieren creerse que son cerebros, y sí, relativamente lo son, pero su cerebro no tiene las características singulares para llamarlo, sin más adjetivos, puramente cerebro, un gran o un extraordinario cerebro, singular en una o en muchas facetas.

El cerebro es algo natural con cada ser humano; es algo que va con todo un conjunto muy amplio de pautas mentales y de comportamiento, que no se aprende en la escuela sino que se realiza por vocación y amor de ser; el premio y la recompensa que se espera es ser más uno mismo; no trabajas tu cerebro para ser recompensado fuera de ti, sino por una necesidad ordinaria y extraordinaria como puede ser comer, trabajar, caminar, fabricar una teoría de la “realitividad”, construir un nuevo sistema socioeconómico, etc. Las formas que tiene la inteligencia humana de manifestarse: sapiens sapiens.

En otra entrada quiero desarrollar mi idea de cerebros perdidos, cerebros ocupados y cerebros solitarios. Pero ahora señalo y entro en otra clasificación que podemos hacer: cerebros ordinarios y cerebros extraordinarios.

Es más lógico y racional clasificar los cerebros por ordinarios o corrientes y por extraordinarios; cerebros que son comunes y cerebros que tienen algún rasgo extraordinario que les diferencia o distingue.

Aquí dejo de lado, en esta clasificación, a los cerebros desequilibrados; es decir, al hablar de un cerebro extraordinario hablo de un cerebro que, además de ser extraordinario o poseer rasgos extraordinarios, es, además, un cerebro con equilibrio interno.

Un cerebro común es un cerebro con una gran dependencia ambiental; es de día, el cerebro piensa como piensa el día; es de noche, el cerebro piensa en nocturno.

Un cerebro extraordinario es un cerebro que, además de vivir sus rasgos extraordinarios, es un cerebro que sabe atender las necesidades integrales de la persona que representa.

Van Gogh, por ejemplo, era un cerebro solitario y era un cerebro extraordinario, pero sus rasgos suicidas eran fruto de su intoxicación mental; o sea, su cerebro era un enemigo de sí mismo; no podemos decir que sea un cerebro extraordinario, en verdadero sentido de extraordinario.

Einstein era un cerebro extraordinario, pero era un pésimo compañero de vida y las relaciones humanas se le daban fatal; un cerebro extraordinario se caracteriza por saber encontrar su equilibrio interno; si su equilibrio interno es ser frío, está bien, aceptado; pero lo que quiero decir es que un cerebro extraordinario jamás se deja atrapar o convencer por la derrota.

Un cerebro extraordinario no acepta el fracaso de la insatisfacción; no acepta la desolada inventiva que concentra la insatisfacción de no vivir eso que sea lo que necesita vivir ese cerebro extraordinario.

Un cerebro extraordinario no es y no puede ser un cerebro insatisfecho; es un cerebro curioso e inquieto pero no es un cerebro insatisfecho, por la sencilla razón que trabaja a favor de su propia satisfacción; esto es uno de los rasgos que hace extraordinario a ese cerebro.

Y, para no saturarnos de materia gris, en la siguiente entrada desarrollo mi idea de cerebros perdidos, cerebros ocupados y cerebros solitarios.