La vida, tan sencilla y tan compleja
Creo que la vida es aprender y vivir y vivir y aprender; vas viviendo y vas aprendiendo; vas siendo y vas viviendo; y, si quieres aprender, aprendes algo mejor, algo bueno, algo que te ayuda a vivir mejor. O a sentirte mejor contigo mismo, con tu propia vida.
Intento disfrutar del aprendizaje que cada día tiene; incluso del aprendizaje que puede tener una indigestión o un dolor de muelas. Todo tiene un aprendizaje, pero indudablemente los aprendizajes fuera del dolor y fuera de la ansiedad y de la preocupación, son más llevaderos e infinitamente más agradables.
Me sonrío. Recuerdo un anuncio muy gracioso de la televisión. Anunciando una bebida, malibú. Dice un cubano a otro cubano: no me estreses. Y lo dice con tanta gracia, de gente totalmente parada, inactiva, con un montonazo de años, que resulta gracioso, también por su acento ¡noo mee eesstreeseess! dice el señor con sombrero y voz caribeña.
En fin, la cosa es que la vida puede ser una suma de varios anuncios televisivos. El anuncio del malibú, el anuncio del aquarius que utiliza a un señor argentino de radio colifata que dice: ¡la gente es maravillosa! Y algún anuncio más por ahí, de tantos con mensaje subliminal como los de automóviles, alguien que no dice nada y que saca un brazo por la ventanilla y deja correr el aire y siente las ondas del aire golpear en su mano y en su antebrazo. El placer de conducir, bmw.
En fin, pues eso, la vida es vivir y aprender y aprender y vivir. Un día estás glups con el agua al cuello, baja la marea, glups, se hace la mañana, ves dónde estás, te ubicas, puedes trazar un camino, vayas donde vayas. Y la vida se convierte en cotidiana.
Si tienes esperanza y además mueves unos pasos y tienes buena actitud, la vida se expande, el horizonte tiene camino, ya nadie (al menos no tú mismo) tiene el agua al cuello. Respiras aliviado. Y hasta ha desaparecido cualquier malestar físico.
Vivir es vivir.
Todas las palabras con vida tienen vida, incluso las palabras sobrevivir, malvivir, sinvivir, incluso ellas también tienen algo o un poco de vida, de vidilla. Pero seguimos en el fondo nuclear de la cuestión, vivir es vivir.
Vivir es aprender, pero es mucho más que un simple aprendizaje; vivir es también una aventura, una gran y poderosa aventura, una aventura de la que, bien está, no salimos vivitos y coleando; la muerte nos despacha, pero entretanto sigue la aventura; no digo ya que continúa el espectáculo, sino que sigue la aventura, la gran aventura y la gran experiencia de la vida.
Y digo, si la vida es importante para una flor, una abeja, una mariposa, un saltamontes, una hormiga, cuanto más es importante para nosotros, cualquiera de nosotros, seamos quien seamos, tengamos la profesión que tengamos, el color de la piel que tengamos, somos todos valiosos y más si entramos nosotros mismos en consideración. Está en juego la vida, una sola y una única oportunidad, vivir, en este aquí, en este hoy, en este ahora.
O sea: vivir es una aventura, una gran aventura, con aprendizaje, experiencia, acerca de nosotros mismos, de nuestras reacciones ante las diferentes situaciones de la vida, del mundo en su conjunto porque no estamos solos en el mundo, convivimos a diario con muchas personas, animales, vegetales. Convivimos hasta con el aire que respiramos y que es el mismo aire para todos, igual que el sol sigue siendo el mismo todos los días. Y la luna, también la misma luna para todos.
La aventura de la vida, era el título de una revista de Madrid, dedicada a viajes y aventura. ¿O eran los aventureros? No recuerdo. Creo que cualquier palabra o asociación de palabras con chispa, como tiene chispa escribir LA AVENTURA DE LA VIDA es fácil que tenga un empleo mercantil, de algún medio de comunicación. De algún eslogan publicitario.
Vida y Aventura, dos palabras, dos significados por los cuales siento un especial cariño. Y además por ese orden, primero es la vida y después, si hay que vivir la aventura, está bien, vivamos entonces la aventura de la vida.
Y comenzando por vivir, en el significado de vivir es vivir, nacemos y no sabemos en absoluto qué o cómo será nuestra vida, vamos haciéndonos a nosotros mismos, nuestra personalidad y carácter, también nuestra conciencia de identidad, al mismo tiempo que vamos experimentando, en esta secuencia de tiempo, segundo a segundo, día a día.
Un día nos vemos niños, otro nuevo día somos adolescentes y vamos sumando años y viviendo. Y entonces podemos decir –si podemos decir- que vivir es vivir y que es también una hermosa y gran aventura, una gran experiencia.
Es para nosotros mucho más agradable decir esto siendo humanos, que en teoría tenemos muchos inviernos y primaveras por vivir, que lo que puede sentir una hormiga o una mosca o una mariposa que ven la primera y última primavera de sus vidas, con una infinita alegría como si vivieran tanto como un caballo, un elefante, una criatura humana, una tortuga.
Yo puedo decir que ni por asomo podía imaginar, cuando era el niño de cuatro, cinco, seis, siete, ocho años, el hombre resultante que he ido viendo emerger en el transcurso del tiempo.
Tengo por tanto que acogerme al glups, solamente sé que no sé nada, que no me quiero pasar de listo o listillo, porque suceden cosas que me dejan mudo, sorprendido, sin palabras, de la belleza y magnitud de esta vida que a veces la consideramos inmerecidamente miserable. O sea, digo, glups, soy un ignorante, solamente sé que sé muy poco, apenas nada.
Y admito poder cambiar de opinión frente a las experiencias que la vida puede compartir conmigo y yo sentirlas y admitir esto, que soy más ignorante que sabio, que sigo aprendiendo, que soy un aprendiz de la vida, que es el gran aprendizaje, la gran sabiduría, la gran ciencia, aprender en el cotidiano vivir, quizá a ser felices, aprender a estar a gusto con nosotros mismos y con la vida que nos rodea y de la cual formamos parte.
Quizás es tan sencillo como esto. ¡Pero qué complejo, qué difícil, algo tan sencillo como esto!