Triunfos personales

La grandeza de las acciones, está también relacionada con la grandeza de las personas. No me refiero ahora a los honores y grandezas sociales que nos damos unos a otros, cuando nos lo damos. Hablo más bien de lo que consideramos, dentro de nosotros mismos por algo insignificante o algo que es valioso.

Soy uno, uno más. Mi vida es privada, particular. Creo que desde este sentido hablar de grandezas sociales es hablar de “vale, dame el premio grammy, gracias a todos”, pero llego a casa y me como una ensalada o hablo con mi vecina o echo migas a los pájaros o acaricio a mis gatos. No hay nada nuevo en mi vida si toda la novedad está en la aprobación de los demás. Nací como humano y sigo siendo humano, al margen de los escenarios.

En otros tiempos, pienso que como prácticamente todo el mundo, yo también quería triunfar. No sabía muy bien qué era eso de triunfar. Quizás es que te habla todo el barrio, te saludan los camareros cuando entras a un bar, tonterías de ese estilo. O quizás es que tienes tres automóviles cuando en realidad solamente necesitas uno.

No, yo no quería triunfar en ese estilo y nunca me dejé llevar por esa bobada de los triunfos. Pero sí estuve metido en ese rollo de los triunfos sociales, las victorias, los laureles. No me sentí prisionero de esa historia pero la viví también desde dentro.

Bueno, pues vivida, que lo veo bien, de acuerdo, me la viví, digo que vivida ya me alegro de habérmela vivido, pero además quiero vivirme otras muchísimas cosas.

En aquellos tiempos donde yo era un tipo medio importante o bien había personas que creían que yo era un tipo medio importante, yo seguía relacionándome con personas que para mí son importantes. La anciana, el pastor, el inmigrante que viene de la antigua Yugoslavia. E incluso dejo esa supuesta posición social importante y tiro por la borda las importancias y voy donde creo que tengo que irme.

Pasan años y me vivo una vida al estilo de Afganistán. Y sobrevivo. Y me veo que años más tarde de aquella vida pasada medio importante, hoy hago cosas que no sé si son importantes, pero yo las hago, me importa un bledo si lo son o no lo son.

Una barra de pan cuelga en la puerta de casa, los lunes, los miércoles y los viernes. Parte de ese pan es el pan nuestro de cada día de los pájaros de mi barrio, de mi calle, de los corrales, higueras, nogales, almendros, que existen por las proximidades.

Y a veces tienen un especial, una dieta de fiesta, el alpiste que completa una dieta a la que únicamente le falta el agua y los nidos, pero eso imagino que ellos ya saben buscarse la vida y saben dónde tienen agua y saben dónde y cómo fabricar sus nidos.

A diario hago esa labor de asociación ecologista formada por un único socio. Lo hago con absoluta normalidad. Lo hago sin darle más importancia de lo que en sí mismo el hecho tiene. Yo no quiero vivir la vida de ellos, sino solamente usar un poco mis posibilidades en hacer un poco más agradable su vida, que tengan un poco más de tiempo libre y que no hayan de pensar, obsesivamente, en el ¿qué comeremos hoy?

¿Es valioso esto? No lo sé. Pero para mí sí que lo ha sido, hacer esta anónima y callada labor durante varios años.