Paisajes cotidianos

El paisaje personal que presenta este hoy, es un paisaje tranquilo, sereno, activo, con esperanzas, también con realidades ya confirmadas, realidades que ya forman parte del tono vital del día a día.

Y mucho calor, después de unos días con temperaturas más suaves. Y la cosecha del trigo ya realizada, porque ahora acabo de ver a un remolque cargado de trigo ya cosechado, carretera arriba, después de venir de la compra.

Bueno, decía que el paisaje personal me deja ver una situación que ya presenta rasgos de normalidad, rasgos que me son característicos para sentir tierra bajo los pies, sentir sentido a las pequeñas cosas cotidianas, sentir también sentido a las grandes cosas de la vida, que en definitiva son las grandes cosas que nos caben en el cerebro y en el corazón. Vemos el mundo según nos va a nosotros mismos y según la vida que cada cual nos vivimos. Vemos el mundo desde nuestra personal perspectiva.

Salud, enfermedad. Abundancia o pobreza. Ánimo o falta de ánimo, soledad o compañía. Vemos la vida según es nuestra circunstancia y con ella también nuestra propia perspectiva. Si vemos la vida desde la existencia del enfermo, está claro que no vemos la luz del día, ni escuchamos el canto de los pájaros con la misma intensidad.

Si la vemos sanos, con la plenitud de la persona saludable, con ilusión, con ganas de vivir y además con los medios necesarios para nuestro desarrollo, vemos la vida con todos sus matices y colores, en vez de verla monocolor como la puede ver alguien enfermo, alguien falto de vitalidad.

Desde esta perspectiva, vivo el cada día con rasgos más estables, con rasgos más conocidos, con una mayor sensación de ser director de mi propia vida, de llevar más las riendas de la misma, sentir que dirigimos o que estamos al frente o estamos a la cabeza de nuestra propia vida.

Sé que la vida no es para estar controlada, ni tampoco podemos controlar todos los matices de la vida, pero sí que podemos vivir dentro de unas márgenes de una relativa seguridad, que son además básicos para dormir tranquilos todas las noches y para levantarse animosos todas las mañanas.

Y abrir la ventana a un paisaje tranquilo, activo, con esperanzas, también con realidades confirmadas y otras por resolver.