Con y sin tantas revoluciones

Cuando las personas vamos revolucionadas, a toda pastilla, corremos el riesgo de que la electricidad no nos circule bien y por tanto cometemos un promedio de errores superior a los tiempos en que vamos bien pero “sin tantas revoluciones”.

El exceso de revoluciones detona en accidente, en una circunstancia sea cual sea, pero el germen de la revolución está dentro de uno mismo, y a ese es el germen hemos de llegar y saber identificar y negociar lo que conviene y lo que no conviene, buscando lo mejor para uno y para el bien de todos.

Una persona revolucionada sigue siendo persona, pero no es dueña de sí misma, ni es tampoco responsable de sus actos. El estrés, la sobre-electricidad que lleva en su mente, es superior a la que le dejaría ver la misma situación con serenidad.

Una persona revolucionada no nace de la noche a la mañana, surge por un conjunto de hechos y circunstancias, que a veces es bueno mirarse al espejo y decirle: ¡eh tú!, ven aquí, que te quiero decir que llevas toda la vida conmigo, y que el papel que estás interpretando que sepas que no soy yo.

A veces es bueno expresarlo, comunicarlo.

El problema suele desaparecer en el mismo instante que uno comienza a verlo, a darle palabras, a decirte ¡caramba, pues es verdad! Quiero decir, a veces los problemas no necesitan dramas para ser solucionados y, a veces, la realidad es mucho más fácil de lo que queremos plantear dentro de nuestra mente. A veces evitamos las soluciones fáciles porque las vemos demasiado fáciles.

Es fácil decir: yo quiero vivir, quiero vivir más de lo que estoy viviendo, quiero sentirme más pleno, más vital y con más vitalismo en mi vida.

Aún no se sabe cómo abordar el problema, pero al comunicarlo se está haciendo espacio, dentro de uno, para algo nuevo. Es una apertura por donde sale la soledad, la pena no compartida, los deseos frustrados o no compartidos, qué soy y qué no soy, qué puedo ser, qué persona llevo dentro y no he podido todavía darle vida. Las preguntas del millón, pero son preguntas prácticas, concretas, objetivas.

El tema de la incomunicación es hondo, es un tema de base. Por esto, por ser de base, digo, tómese con atención, responsabilidad, un poco de formalidad.