Salamanca

Mi experiencia de estos meses en Salamanca, por supuesto que es positiva, enriquecedora, reconstructiva, pero acepto también las cualidades que ya me eran conocidas de esta ciudad y posiblemente de todas las pequeñas ciudades castellanas. Son ciudades en apariencia abiertas al exterior, que en la realidad son ciudades bastante cerradas, en círculos cerrados. Digo círculos de muy diversas terminologías sociales.

Es decir, aquí hay un barrio digamos que donde se reúnen más gitanos y mercheros por metro cuadrado que en otros. Y tenemos también los barrios señoriales, del centro, donde ya puede el señor o la señora morirse de hambre, que, hasta las últimas, mantendrá las apariencias, igual o parecido a aquellos antiguos hidalgos del medievo y del barroco.

Es diferente cuando te manejas dentro de círculos profesionales, que pueden ser incluso círculos multidisciplinares, digamos que se supera el anterior bloqueo, pero en lo que se dice la relación directa, de tú a tú, de verse en la calle, Salamanca es una ciudad que se comporta como las ciudades pequeñas de Castilla.

A mí me gusta, por lo menos para un tiempo, si quieres tener algo más de anonimato y de soledad, es una ciudad ideal para poder tener algo parecido a anonimato y soledad. Y más podemos decir que son dos ciudades, como si extendiéramos un manto de césped sobre el campo, con objeto de recrear un campo de fútbol.

La ciudad que se superpone es la ciudad de los estudiantes y la ciudad de los turistas. Y aunque esta ciudad está íntimamente conectada con la ciudad cotidiana, ambas no tienen nada que ver una con otra. Nada que ver.

Quién es la Salamanca cotidiana. La Salamanca cotidiana es la Salamanca de los propietarios, de quienes tienen propiedades activas aquí. Son propietarios privados, pero principalmente es la Iglesia Católica, que tiene una inversión multimillonaria en Salamanca y es dueña de prácticamente una parte muy importante de todo el centro inmobiliario y de buena parte de la vida cultural y empresarial de la ciudad. Propietarios castellanos, eclesiásticos y funcionarios.

Ellos son los habitantes diarios de la ciudad, junto a la masa de trabajadores urbanos que se emplean en el sector privado, un sector muy vinculado con los estudiantes y con los turistas de fin de semana.

La ciudad de todos los días es una ciudad profundamente conservadora, formalista, que además lleva un registro personal de quién es quién. El salmantino sabe quién es de aquí y quién es de fuera. El salmantino es sagaz, sin llegar propiamente a astuto, pero sí entendedor de las flaquezas humanas.

En fin, como digo al comienzo, acepto todas las cualidades de las gentes de esta ciudad que me acoge por estos tiempos.