Hablar de inteligencia
Vivimos en un mundo donde se espera que seamos los más ricos, los más poderosos, respetados, envidiados. Pero no es inteligente, para esta sociedad, por ejemplo el matemático que rechaza un importantísimo premio por haber resuelto un enigma matemático. O el químico que rechaza fabricar un virus y hacerse millonario junto a una poderosa industria farmacéutica.
La inteligencia no es algo tan inocente en la vida humana. Que si acaso tienes algún o algunos rasgos especiales en tu inteligencia, mejor es que te los guardes para ti y les des la aplicación práctica que hayas de darle, pero mejor será que no vayas alardeando de eso ni presumas de nada. Principalmente porque lo único que te puedes acarrear son envidias y posiblemente otras malas intenciones.
Ser inteligente no es bueno ni es malo. Y no es algo tampoco que tenga necesariamente que guardar armonía con el concepto social y actual que hoy tenemos de la inteligencia y de las personas inteligentes.
Yo no concibo la inteligencia como una riqueza de interrelaciones neuronales. Para mí, la inteligencia no es solamente el conjunto de unas facultades, capacidades o habilidades pensantes que después pueden traducirse a otros espacios y actividades humanas. La inteligencia va también ligada y unida a factores de ser, de comportamiento. Por tanto, pueden darte 17.000 grandes premios, pero el día que te crees más inteligente que el resto de la Humanidad, ese día estás convirtiéndote en un poco más tonto.
Generalmente, algunos de esos supuestos grandes genios, sabios y artistas, fueron personas muy cargadas de autoimportancias y también algunos de ellos con sus rarezas y manías y peculiaridades.
O sea, el ser inteligente no es sinónimo de éxito. Tampoco es sinónimo de fracaso. Es simplemente ser inteligente.
Pero qué es esa inteligencia. La verdad es que no es nada fácil de expresarse con palabras. Porque no es digamos que una cosa sola o aislada o descontextualizada. Ni tampoco es algo tangible con un valor perpetuo o constante. Por ejemplo, yo ayer podía ser muy inteligente y hoy, por lo que sea, puedo haberme vuelto tonto.
La inteligencia es, como la Naturaleza, una causalidad y una casualidad; el azar, interviene de una forma apabullante en todos los universos conocidos, en el macrocosmos de las estrellas y en el microcosmos de las partículas subatómicas.
Y es bueno que esto sea así. Es una de las leyes de la vida. Bueno, yo digo que es una de las leyes universales de la vida. Otra cosa es si nosotros, criaturas humanas, queremos o no queremos verlo o percibirlo.
La inteligencia es un factor muy amplio. Puede desarrollarse en una determinada habilidad o capacidad o en varias. O incluso puede desarrollarse en el modelo global e integral de una persona.
Y aún así, la inteligencia no hace seres homogéneos, todos iguales. Puede hacer un Arquímedes y un Sócrates, un Buda y un Lao Tsé, un Edison y un Tesla, un Rembrandt y una Edith Piaf, un Elvis Presley y un Michael Jackson, un Ramón y Cajal y un Cervantes, nadie se parece a nadie, todos nos parecemos a todos. Uno tiene una habilidad especial para una cosa y otros para otra. Y la inteligencia no es excluyente. Y vive y se desarrolla en esta riqueza de biodiversidad humana.
En esta biodiversidad también de nuestras facultades cerebrales. Creo que la inteligencia puede expresarse en una gran capacidad para las matemáticas o puede expresarse con una gran capacidad para los colores o para los olores o para las formas o para el lenguaje.
Yo creo que la inteligencia es un bien inapreciable, porque nada que es inteligente busca el daño de la vida. Son después las interpretaciones las que buscan los lados malos de algunas formas de ser inteligente.
Hablar de inteligencia, ya en un plano más personal, no puedo hablar de inteligencia porque tenga una mayor o menor facilidad con el lenguaje musical o con el lenguaje de las palabras. No es algo concreto. Es más inconcreto. Es algo más inconcreto como leer el alma de las cosas, como llegar a un lugar y saber de ese lugar muchas más cosas de las que habitualmente solemos saber.
O puede ser como conectar con el alma de las cosas, como conseguir que las cosas caminen por espacios donde tienen vía libre de desarrollo, sin encontrar conflictos a su paso.
Ni siquiera es algo que se le pueda dar un nombre. Por esto, por llamarle alguna cosa, podría llamarle tener un campo de visión un poco más amplio. O, como he estado usando en mi argumento, usar de forma diferente el cerebro. O propiamente, inteligencia.