El mundo en el que vivimos

El mundo. Es acojonante quedarse unos segundos pensando en el mundo, en cómo es el mundo. Puedes irte a los 13.000 millones de años de construcción del universo, a las relaciones entre la luz y el tiempo y la materia, o a los trillones de reacciones químicas que se producen en cualquier segundo de la existencia universal. Podemos ver la grandeza de la vida y la belleza de esta oportunidad que ya somos, que ya estamos habitando.

Paralelamente, adentrarte en el mundo humano, es entrar a una jungla de propósitos y despropósitos, donde todo es absoluto y es relativo, según son las circunstancias.

Las cosas se transforman en las mismas cosas pero con diferentes interpretaciones. ¿Es bueno que deje la azada olvidada y me suba al tractor?¿es bueno que utilice semillas transgénicas de las que me anuncia la televisión?. ¿Pongo música a las vacas para que me dén más leche?.

La Humanidad podía tener equis contradicciones, pero daba tiempo de asumirlas, de aceptarlas. Te dicen que, en diez años dejarás de usar boina y hablarás tres idiomas y, por lo menos, tienes diez años para acostumbrarte a la idea que tendrás que ir cambiando. Pero los tiempos actuales no dan tiempo de prepararte. Te viene la realidad y punto. Estés o no estés preparado, tomas el tren de la vida.

Cada tiempo tiene sus propias oportunidades y sus propias dificultades. Los tiempos actuales son muy rápidos en crecimiento y en conocimientos, pero son también extremadamente delgados, débiles, inconsistentes. El paisaje es demasiado cambiante. Y muchas personas, por lógica, entre un mundo que cambia con tanta facilidad de escenarios, se encuentran desconcertados, confusos.

Es un tema grueso que va en relación con el conjunto de nuestro sistema de creencias. De cómo se construye una sociedad. Pero es una característica que todas las sociedades preindustriales, cuando les llega esta ola invasiva de globalización que ha ido llegando, acaban como si vistes a una gallina de flamenca sevillana, un poco mareadas como si les hubieran dado un buen sedante.

Las personas mayores siempre tienen un montonazo de cosas que compartir con nosotros y que enseñarnos. Si tuviera que quedarme con tres edades de la vida: la niñez, la ancianidad o vejez y la juventud.

Entre todas ellas está una franja de edad donde la gente salimos a fabricar nuestras ambiciones y nuestro asentamiento de vida. Nos volvemos pragmáticos, gregarios, prejuiciosos, no tenemos tiempo para nada, tenemos prisa para todo, dejamos de lado asuntos importantes de la vida y vamos detrás del éxito, mucho éxito, con el que supuestamente después recibiremos mucha aceptación social, mucho reconocimiento social.

Sin perder el buen ánimo, la esperanza activa de vivir, yo creo que un común denominador es que nos hemos ido haciendo escépticos activos. Tantas veces hemos creído en las utopías creíbles del día a día que, cuando vemos que la realidad no se parece en nada, además de sentirnos tontos y engañados y utópicos, nos planteamos si de verdad se puede dialogar y negociar adecuadamente con un mundo semejante.