Padre

Hoy te lloré, padre. Lloré  la de cosas que nos dijimos, tú y yo, además de todas las que pudimos decirnos y vivirnos, tantos años compartiendo experiencias juntos. Nos hemos conocido, hasta los galillos. Y nos hemos amado, los dos, sin tregua, sin descanso. Incluso después de tu muerte, te he amado. Sin tregua, conseguiré seguir amándote.

Mi padre fue una fuente inagotable de energía. Supo reservarla, como un manantial renovable, en todos sus 72 años de vida. No pudo con él, la esofagitis y todos sus derivados, ni siete hospitalizaciones de urgencia, a tripa abierta. Tampoco la creciente ceguera, podía con él. Él podía con todo. Hasta sus últimos compases, la afición por las motocicletas, inseparable con él. Y los paseos. Y los pases mágicos, que su hijo, muy artista y torero, había ido enseñándole con el paso de los años, para hacer crujir los huesos y darles flexibilidad. Con su energía aguantó hasta el último instante, y en unos minutos expiró. En la distancia tuvimos que despedirnos, pero los años vividos no nos lo quita nadie.

Fuiste un trabajador, un constructor de pie de obra, y gracias a ti, la riqueza turística balear, tuvo un aliado, con camiseta de tirantes, y pañuelo de cuatro nudos, atado a la cabeza. Músculos. Tus ratos libres, haciendo pozos en chalés y urbanizaciones. Pico y pala. Tu mujer y tu hijo, un enano de cuarenta centímetros, llevaban el café y la merienda de la tarde, y a la luz de un farol nocturno, seguías tus metros cúbicos. Alimento y sostén de la familia. 

Del Mediterráneo azul, espumoso y con sabor a Trasmediterránea, media vida quisiste llevar a tu familia a este pueblo manchego, en una frontera indefinida de una tierra que fue árabe, con castillos y fortalezas de piedra, y sierras que cubren los flancos de olivares.  Aquí te conocían por Gregorio. Y tu padre fue mi abuelo, y por él nací manchego, y con su ida, vino mi regreso, y con tu ida dejé de tener un padre. 

Estás en el otro lado después de un extenso viaje.  Te fuiste y, detrás tuyo, los recuerdos vívidos en tus generaciones, los siguientes, los que tuvimos tus primeros juguetes, y tus primeras lecciones. Los que vivimos nuestra adolescencia, al lado vuestro. Los que fuimos mayores, y compartiendo con vosotros, esperanzas del hoy que asoma en todas las vidas. 

Te fuiste, pero tuviste una larga existencia, plena, rica en experiencias, Te has ido, sin dolor, a un mundo más grande. La humanidad, seguimos, regando con las almas de todos, la vida que latió, late, sigue latiendo en tantos corazones que mueren, nacen, multiplican la vida. En ella, hasta mi propia ida, sigo poniendo la mirada. En el adelante de la esperanza de todas las esperanzas que fueron, son, serán colmadas.