Un día cualquiera

Un día con sol, anunciando la primavera. Una música sonando en el equipo, Concierto para violín. Una puerta del balcón entreabierta, unos pájaros cantando en la calle.

Vemos la realidad desde nuestra propia perspectiva. Trabajamos, pagamos nuestros recibos y nuestros impuestos, pero eso no quita el ver la realidad, que es la realidad de personas que piden en las puertas de los supermercados. O sentados en cualquier trozo de acera. La España que pide, mendiga, extiende la mano.

Es la realidad también de sentir respeto por las tantísimas personas que están aprendiendo a vivir con estrecheces, en territorio inseguro, a veces inhabitable. ¡Qué España que tenemos!.

Tenemos política hasta en la sopa, mala política, mediocre. Tenemos economía hasta en la sopa, economía de bajos fondos, economía sumergida, economía de ocultaciones, economía del hampa, economía de un supuesto Estado de Derecho. Tenemos sociedad, sociedad de disparates y absurdos, sociedad de sálvese quien pueda, sociedad de tonto el último, sociedad del olvídense de aquellos frases del pasado como por ejemplo ¡las mujeres y los niños primero!.

España en pleno cambio, España y los españoles reinventándonos.

Fuera del puchero, gracias a Dios los días siguen transcurriendo. Asoma el sol por las mañanas y la Luna por las noches. Siguen existiendo las estaciones. Y sigue la vida normal, cotidiana, diaria.

Y así yo puedo decir que esta mañana he tenido un día agradable de trabajo, como todos los días, que me lo pone el factor humano, el tener un excelente compañero y un buen amigo, con quien trabajo y con quien las mañanas transcurren más divertidas, entretenidas, agradables.

Me puedo poner a contar las cosas buenas y hago un dibujo bucólico e idílico de esta querida, queridísima ciudad, de sus calles, de sus plazas, de sus monumentos, de sus gentes, de sus costumbres, tradiciones, preferencias. Un retrato que no por ser idílico es menos real. Pero si me pongo a contar las cosas desagradables, pues puedo contar también que llega algún recibo de calefacción de esos que supera los 200 euros y dices coños, pedazo precios que tiene el calentarse en los crudos días de invierno.

Contemos las cosas buenas, las mañanas deliciosas de febrero, las mañanas en las que da gusto salir de casa. Contemos los buenos encuentros, saludos, presentaciones, cortesías, que tenemos en el transcurso de unas pocas horas. Contemos los paseos, los cafés, los diálogos, las miradas. Contemos el llegar a casa después de un tiempo bien trabajado y ponernos una música de violines. Contemos que los pájaros cantan, que el autobús sube y baja por la calle, que pasan coches y transeúntes, que la vida sigue. Mejor es contarnos cosas buenas.