Interrelación humana

Debiera ser maravilloso aproximarnos, comunicarnos, interrelacionarnos. Pero la realidad es que depende de muchos factores y cosas, el tiempo, la cultura, la educación, y, en el fondo, el cómo somos.

Los puntos de coincidencia en el tema de la interrelación humana, son básicamente por coincidencias emocionales o sensitivas o sentimentales. O más bien yo diría que por práctica, porque es la práctica real quien define las diferentes situaciones. Por ejemplo, son muchas las personas que hablan públicamente de derechos humanos, pero no son practicantes en su intimidad diaria.

Por tanto, es un tema de viva práctica, más que propiamente un tema donde se pueda coincidir principalmente por la coincidencia intelectual. No es como estar de acuerdo en que el planeta Tierra tiene una fuerza de gravedad o estar de acuerdo si nuestro planeta es plano o es esférico o si es la Tierra quien gira alrededor del Sol o es el Sol quien gira alrededor de la Tierra. La coincidencia en el asunto de relacionarnos se refleja básicamente en la personalidad, en la forma de ser, en el cómo somos.

Un tema muy amplio, con muchos matices y con grandes y radicales diferencias. Pero, a la vez, un tema muy simple, muy sencillo, muy simplificado, con las letras muy gordas y muy grandes que hasta un niño de cinco años las puede entender.

En lo amplio y extenso de la interrelación humana, pues no podemos decir que los seres humanos respetamos nuestras vidas. Lo lamento mucho, pero no puedo decir que somos buena gente. Tampoco me atrevo a decir que somos malos, porque lo que se dice malos, tampoco somos. Pero como mucho, nos quedamos entre lo malo y lo bueno.

La interrelación humana es un tema complejo, que nos lleva bien al extremo de la violencia o que nos lleva al otro extremo de una sociedad relativamente pacífica, que seguramente conocerá tiempos de desequilibrio, pero relativamente pacífica en comparación al otro extremo, el de la violencia.

Digamos que somos los más poderosos y los únicos que podemos llevar las cosas hasta sus límites, tensando o destensando la realidad. Nosotros no somos muy diferentes de los animales depredadores. Pero aquí viene la principal cuestión. O nos hacemos peores, tirando por el camino de irnos liquidando unos a otros. O nos hacemos mejores, tirando por el camino de controlarnos un pelín y curarnos un poco en fanfarria, de ser un poco más humildes y comprender algo básico. Por muy poderoso que seas, siempre podrás encontrarte alguien que lo sea más que tú.

En tiempos de plena consolidación democrática en España, triunfo de los derechos humanos y civiles, tiempos prósperos, tiempos abundantes, tiempos de educación y sanidad gratuita. Y, en estos tiempos tan buenos yo digo que no tiremos campanas al vuelo porque el fenómeno de libertad y respeto consagrado por ley es un fenómeno muy reciente, un fenómeno además bastante incomprendido, mal valorado, en demasiadas ocasiones mal practicado y no sabemos qué será el mañana del mundo. Cuando digo el mañana, digo lo que el mundo sea o será dentro de diez o de veinte o de treinta años. Sinceramente, para mí al menos, es una completa incógnita.

Antes, la rivalidad por tener acceso a los mejores recursos y a las mejores oportunidades de vida, venía por el yo soy romano y usted es galo o lusitano, o por el yo soy cristiano viejo y usted es cristiano nuevo, o por el yo soy musulmán y usted es cristiano o es judío, o por el yo soy blanco y usted es negro. O más próximo, yo soy británico y usted no lo es. O yo soy español y usted no lo es.

Esas fronteras han desaparecido, están desapareciendo, se están difuminando. Uno de los efectos o consecuencia del capitalismo avanzado y de la globalización. Ahora ya estamos todos dentro de un mismo puchero, una misma gran economía y, en algunos sentidos, un mismo sistema sociopolítico global, la aldea global en la que todos damos vueltas, en este hábitat que nos representa el planeta Tierra, maravilloso planeta por otra parte, que siga así por muchísimos años.