Construyendo vida

En el realismo de fabricar las propias costumbres, te centras en las costumbres diarias, pero lo haces por el propio placer que obtienes en ellas, sean cuales sean. Y compruebas todo un ciclo completo, como el ciclo de plantar una semilla, cosechar unos frutos, cocinar y comérselos o llevar al mercado, venderlos y adquirir nuevos recursos para seguir haciendo lo mismo.

Creo que si tuviera que destacar algo sobre todas las opciones que se presentan en la vida, destacaría el valor de los hechos diarios, el valor del comportamiento diario, tradicional, a través del cual nos identificamos o a través del cual expresamos nuestra personalidad.

El valor de los hechos diarios es, además de valorar los sucesos y noticias del día a día, también aprender a una sana visión mental de la vida personal y de las vidas en general. Muchas veces no son las circunstancias nuestro mayor tormento, sino nosotros mismos, aquellas cosas detrás de las que corremos, como si nos fuera la vida con ellas y quizás estamos siguiendo espejismos, fantasmas que no existen o desvaríos o desequilibrios de nuestra propia mente.

Una de las cosas buenas de la vida es que existen millones de formas diferentes de vivir y de tomarse la vida. Y que muchos moldes, por pétreos que parezcan, pueden romperse y convertirse en piedras de templos, museos, arquitecturas civiles y militares, después de pasar por las canteras y los albañiles.

La felicidad está en ser como somos, quienes somos realmente. Si somos una tribu del amazonas que vamos descalzos, que pescamos peces, que dormimos en cabañas, que vamos medio desnudos, déjanos como somos, porque no queremos ser de otra forma.

Y puede ser perfectamente una forma de ser o de vivir, muy parecida, aún habitando en grandes ciudades o aún teniendo grandes responsabilidades y honores.

Es encomiable, por ejemplo, ver que personas que tienen un lugar de liderazgo en el mundo, son capaces de hacer un acto de verdadera humildad, de soy como soy porque realmente quiero ser así. Puede ser el caso de Francisco, Papa de la iglesia católica. Puede ser el caso de José Mujica, presidente de Uruguay, 80 años.

Esos moldes que se rompen. Son los moldes que nos llevan a ver a un anciano japonés, que cultiva tomates en su huerto y practica kung fú, todos los días, a la edad de 101 años. Es el molde que se rompe, frente al hombre de 72 años, que sigue escalando ochomiles del planeta. Es la libertad, sin moldes, sin limitaciones, de seguir la propia voluntad, la propia inquietud de manifestarse y de ser, que cada ser humano llevamos dentro. Y ser, con tu propio horizonte.

Quizás no te llames Isaac Newton, pero te llamas Einstein o te llamas Stephen Hawkings o quizás no te llamas Bruce Springteen pero te llamas Frank Sinatra. Y esto también significa que, a la par que hay un esfuerzo individual, de cada persona que da un sentido a su propia vida, también quedan, en la vida de otros, hechos de la vida que significan algo importante, aunque solamente sea el ejemplo de un comportamiento.

Y bueno, esto a propósito del valor de los hechos diarios, del valor del día a día, de construir la vida con un espacio también de valores personales, reales, coherentes y realistas.