En un lugar de La Mancha…

Nos hallamos en un lugar vigía del sureste de la provincia de Ciudad Real, desde el cual podremos divisar, al nordeste, la población de Almedina.

Al oeste, la población de Puebla del Príncipe. Al sur, a unos 30 kilómetros, las poblaciones de Génave y Villarrodrigo. Y al oeste, a unos 3 kilómetros, la población de Terrinches, en cuyo término municipal nos encontramos.

Estamos en una colina, orientada al sur, desde la que divisamos una amplia panorámica, de los pasos que salen del valle del Guadalquivir al Levante. En el trazado de la vía augusta romana que va de Cádiz a Tarragona.

En este lugar, unos habitantes de hace 4000 años, desarrollan un poblado fortificado, en el paraje ahora conocido como castillejo del bonete. Otros vestigios de aquel mismo pueblo, sin excavar, en el paraje conocido como Robreos, en lo alto de una loma puntiaguda y un asentamiento, también sin excavar, a unos 500 metros de la torre de Robreos. Este asentamiento está situado sobre una superficie plana en una colina de unos 200 a 300 metros de altura.

Los hombres de la actualidad enseñamos la historia a nuestros hijos como si la historia fuéramos nosotros, nuestra propia historia y la de nuestros familiares y amigos, haciendo desaparecer todo cuanto existió antes. Es habitual contar la historia como si ésta comenzara con nuestra triunfal llegada al mundo, nosotros que somos los primeros en pacer y en yacer por estas tierras.

Y así estamos también enseñando la historia de los pueblos que habitaron la península ibérica, antes de Roma. Los últimos 40 años han sido abundantes en reinventar la historia de España, desde posiciones partidistas y sectarias. Ha sucedido en regiones periféricas y ha sucedido también en el corazón de la Castilla del Sur.

Por supuesto, en todo ese proceso, la gente común y corriente ni siquiera ha abierto la boca. Nadie les ha dado el derecho de opinar, ni siquiera sus propios representantes.

Hoy pensamos que Castilla La Mancha es una tierra de quijotes y sanchos con panza, de tragapanes agradecidos y dóciles que nos dibuja el genial Miguel de Cervantes. Y hoy pensamos que esa misma Castilla La Mancha comienza a existir a partir de las Navas de Tolosa, según sean las modas del momento.

La Historia como estudio o ciencia no está creada para segregarnos y excluirnos. No tiene sentido que descubramos nuestros orígenes con el objeto de hacernos peores, de fomentar nuestros egos o falsos orgullos y hacernos más crueles, mezquinos o sanguinarios.

Castilla La Mancha tiene una china en el zapato. Una autonomía construida con las prisas de la transición, asentada sobre un rápido experimento de nueva identidad. En ese contexto, en uno de tantos pueblos perdidos de Castilla La Mancha, nos hallamos con un castillo árabe, con una villa romana en la actualmente rebautizada Ruta de Aníbal y con un poblado de la Edad del Bronce, del 1850 antes de Cristo.

Por entonces la Humanidad ya estaba formada y los vínculos que demuestran los restos arqueológicos, nos hablan de una civilización en la cual primaba la paz y el comercio sobre la guerra y la desolación. No hemos venido a dar la paz al mundo, nosotros, hombres del siglo XX y del siglo XXI, ésta es la cuestión. La paz ya existía.

La paz ya existía en la península ibérica, antes de la llegada de Roma, que, ellos tan rotundos, bien se encargaban de hacer desaparecer la historia anterior de los pueblos sometidos. Primer gran experimento europeo y mediterráneo, la Roma que después se llevarán por delante a los extranjeros, los bárbaros del norte, godos y casi godos o digo visigodos.

Toda esta argumentación viene a propósito de alabar y admirar la tarea civilizadora de los pueblos peninsulares que habitaron este occidente del mediterráneo, antes del Imperio de Roma.

Creo que es realmente maravilloso el encontrarnos, después de tantos siglos de saqueos y expoliaciones, con un avance importante en conocer nuestros orígenes peninsulares, viendo la magnitud y calidad de pueblos que habitan esta geografía, hace 4 milenios.

Es mucho cuanto desconocemos, pero lo poco que vamos conociendo, nos muestra un rico y variado mundo, menos primitivo de lo que creíamos, en la gran aventura de habitar y poblar la superficie terrestre.

Y nos encontramos en el sureste de la provincia de Ciudad Real, a unos 40 kilómetros al oeste del paso de Despeñaperros. Al Sur, tenemos una cornisa montañosa, a unos 20 kilómetros al sur, azuleando por el efecto óptico del sol, la provincia de Jaén. Al Este, la continuación del campo de Montiel por tierras de Albacete. Al Norte, la gran llanura castellana, tiesa, enjuta, sin un árbol, pelada como la lanza de don quijote, sin hojas.

Meseta, inicio de montañas del sur y agua, mucha agua. Por esta comarca, ambientó Miguel de Cervantes a su quijote y a su sancho panza. Creo que su visión fue acertada, en relación a los campesinos manchegos de esos siglos. Había sido una tierra de nadie, acosada y asediada por unos y otros, repoblada una y dos y equis veces, que da como resultado a gañanes y gente que solamente piensa en comer y en la vida como un tú come y deja de pensar tanto que te vas a amargar la cabeza.

Hoy tenemos en España un debate sobre la identidad o identidades nacionales. Un debate que para mí no tiene emociones. Quiero decir, nunca he entrado en ese debate.

No hay peor cosa que un tipo que no dialoga y que se cree por encima de las opiniones ajenas. Y esto por desgracia ha sido una constante muy repetida, en la España de los últimos 30 años, que nos hemos vuelto insoportables. Ya lo éramos, en aquellos tiempos del Felipe II y de darnos de gran potencia y de señores de la salvaguarda de la religión y de la verdadera fe. Y ahora, en estos años pasados, nos hemos vuelto a engolarnos con el que somos por fin una gran potencia mundial. Mentira, la grandeza humana se pide y se mide dentro de nuestras acciones, que no necesitan de tanto envanecimiento y que escuchan más a las demás personas.

En la primera mitad del siglo veinte, no había dinero para invertir en conocer y reconocer la historia de pueblos que nos han precedido. La segunda mitad del siglo veinte trae numerosos recursos financieros para llevar adelante semejante empresa. Y nos encontramos a los más de 5000 municipios españoles, que reciben nuevos fondos para realizar nuevas cosas.

Algunas zonas de España han sabido aprovechar el tirón y hacer nueva sociedad, gracias a los cuantiosos fondos europeos que han llegado en estas pasadas décadas. Pongo el caso de Arriondas, en Asturias. O tantos otros lugares.

Pero no es el caso de esa antigua tierra de nadie, de Castilla La Mancha, en la cual se vivía la doble realidad de la propaganda sensacionalista y la otra realidad, más dura, anónima, de la gente que lleva el día a día sin pena y sin gloria, buscándose como puede la vida.

Ciertamente es una visión crítica la que hago de estos tiempos de identidades nacionales, que han reinventado la Historia, que han interpretado en unos pocos años la historia vivida en miles de años anteriores.