La radio
Las tertulias radiofónicas me recuerdan a las telenovelas en blanco y negro. Me recuerdan a una plaza llena de palomas, la Plaza España, lugar de reunión de emigrantes peninsulares, adonde yo iba, de niño, muchas veces.
Una de éstas veces, un acontecimiento. La gran estrella radiofónica María Salerno, había llegado, y, en aquella Plaza de España, iba a firmar autógrafos y fotografías dedicadas. Y yo iba con mi madre, que estaba toda ilusionada con la estrella radiofónica del momento. Eran los tiempos donde madres y abuelas se pasaban con la compañía de la radio, de las novelas radiofónicas, de la imitación de sonidos como los cascos de caballos, la lluvia, cosas impensables que eran transmitidas por la singularidad de un aparato que hablaba. Por supuesto, los niños que éramos entonces no podíamos imaginarnos que los aparatos que hablan iban a multiplicarse y a convertirse en algo cotidiano en nuestras vidas. Pero estaba claro que no habíamos visto aún una televisión.
Creo que mi abuela tenía un viejo aparato de radio. He visto también que la radio ha sido un compañero inseparable de ancianos, que salían al campo, a darse un paseo, acompañados del transistor. Y también de quien se pasaba pegado a los noticieros de la radio.
Yo mismo he tenido también mis temporadas de escuchar a diario un mismo programa radiofónico, de no tener televisión y de ser fiel a un programa y también a una sintonía. Creo que son cosas posibles para la imaginación de la radio, que no son igual de posibles frente al espacio completo de la televisión, donde consigue convertirnos en espectadores completos, sin dejarnos nada a la imaginación. En este sentido, creo que las herramientas para imaginar son primero la lectura, el texto escrito, después la transmisión oral y finalmente la teatralización visual de por ejemplo la televisión o el cine o el teatro. En este orden creo que dejan paso a la imaginación y a la capacidad y aptitudes de la imaginación.
Las tertulias radiofónicas me recuerdan también mis experiencias personales por medios de comunicación, mis visitas, mis asombros de toda la tecnología asociada a algo que hoy por hoy es mucho más sencillo, más popularizado, pero que sigue conservando la esencia de siempre, radiofónica.
Es verdad que siempre que tenía que visitar la redacción de un periódico, un canal de radio, un canal de televisión, sentía digamos que una especial satisfacción por dentro, de conocer una profesión que admiro y respeto muchísimo, que no sabría definir propiamente como periodismo sino como periodismo más gestión editorial y audiovisual. Creo que trabajar en una productora de radio o de cine o en un medio de comunicación es una apuesta dura que pide mucha vocación. Pero reconozco también que es un mundo emocionante y apasionante.
Y en concreto, en el tema de las radios, durante unos años visité con frecuencia todas las emisoras de Salamanca y Zamora, a veces intervenía con ellos en hacer grabaciones. Y siempre impresiona un poco, por no estar todos los días frente a las cámaras o a los micrófonos, el espacio sincronizado de tiempo, la insonorización, el tener siempre, frente a toda circunstancia, una solución. Una emisión que no se interrumpe y que indica una normalidad, que lo mismo acompaña a quienes viven de día o a quienes trabajan de noche.
Tertulias radiofónicas, la magia de la radio, la capacidad de comunicación del sonido, de la transmisión oral, de la voz, del audio.
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