El placer de escribir

Escribir de tal o de cual cosa, es, para mí, algo muy parecido a una necesidad vital, que ejecutas de forma espontánea, natural, por el puro placer de ponerla en práctica y que, además, en vez de restarte vida, parece que te diera nuevas fuerzas y nuevos horizontes de vida, junto a un nuevo entendimiento de todas las cosas de este mundo, incluyéndose a uno mismo.

Cuando escribir es algo que realizas a diario, por esa pura satisfacción de escribir, se hace primordial encontrar las condiciones que garantizan y aseguran ese estado activo de la mente, que diariamente, es capaz de sostener la continuidad de una actividad, familiarizarse plenamente con ella, digamos que vivirse la piel del escritor y la del hombre que vive y, además, escribe.

Cuando escribes porque comenzaste a escribir de pequeño y no soltaste el tema y sigues y sigues y la escritura ha sido una de tus hermosas y grandes compañías, entonces, cuando vives una realidad tranquila, que te permite organizarte y organizar tu tiempo libre, saber que dispones de unas horas todos los días para dedicarte a eso que tanto te apasiona y te gusta que es el hecho de escribir, a partir de ahora solamente tienes que dar definición a qué es lo que vas escribir.

Puedes pasarte la vida escribiendo discursos imaginarios. O puedes volcarte en espacios más concretos, que te piden un principio y un final, a lo largo de todo un tiempo continuado de redacción, de principio a fin de un producto, sea un libro, una novela, un relato, un poema, la letra de una canción, etcétera, pero en definitiva un producto terminado, de principio a final.

Mi medio de vida nunca ha sido la escritura. Ni siquiera cuando la escritura ocupaba una parte importante de mi vida, por editar un periódico de rutas, antropología, viajes, o por colaborar con periódicos y revistas. En ningún caso, he vivido de la escritura. E igual digo, tampoco nunca he vivido de la música. Y tampoco jamás he vivido del baile. Y las tres cosas son, para mí, tres grandísimas pasiones, que me son indicación de mi pureza en los tres campos, por decirlo así que soy virgen, o sea, más interesante de imaginar qué saldrá de aquí, de todo esto que llevo dentro de mí. Un poco de curiosidad y otro poco de, caramba, me lo vivo. No compito nunca con nadie, pero es verdad que si puedo dar un salto, no lo dudo miles de veces, lo doy.

Saltar en el vacío, no me gusta. Saltar en la vanidad, tampoco me va el tema. Pero saltar por ver hasta dónde saltas, suena bien, aunque solamente sea para echarse las manos a la cabeza y decir ostras qué pedazo salto me acabo de dar sobre la arena olímpica.