Retrato de la humanidad

Si tuviera que hacer un breve retrato de la Humanidad de hoy, diría que somos un niño muy joven, que hemos tenido que estudiar muchos libros, demasiados, en muy poco tiempo, que no hemos acabado todavía de acostumbrarnos al nuevo papel, natural y también artificial, del Hombre contemporáneo que podemos y queremos ser, es decir, encontrar nuestro espacio o nuestro hábitat de verdad, en esta sociedad tan reciente, tan joven, tan cambiante.

Mi opinión general, bien, yo respeto y valoro los logros conseguidos en estos últimos siglos, los avances buenos que nos han dejado ver con mejor claridad cómo somos y cómo es el mundo que habitamos y en el cual vivimos. Respeto y valoro la evolución humana, en todas las cosas buenas que ha traído esta evolución, de la misma forma que también expreso mis dudas y mis reticencias a estas nuevas formas de hacer y hacernos la evolución.

La vida es una materia muy sensible. Vemos una criatura de gran belleza como el ciervo o el elefante o el león o el tigre y una simple bala de gran calibre, derriba en menos de un segundo la vida que antes era única, irrepetible. Por mucha evolución que queramos poner al mundo humano, pisotear, arrasar, no es un camino aceptable.

El mundo humano ha sido capaz de realizar proezas, una de ellas reunir a tantísimas criaturas en pequeños espacios geográficos como Nueva York, Hong Kong, Tokio, Shanghai. Parece inconcebible tantos millones de personas, viviendo y conviviendo en tan pequeños espacios, tan enormemente regulados por semáforos, calles, puertas, ascensores, rascacielos.

Yo no tengo nada en contra de ninguna gran megalópolis, de ninguna gran ciudad. Por mí, como si quieren hacer rascacielos, de dos o tres kilómetros de altura.

Lo que no veo en ningún caso es que esas grandes ciudades se conviertan en monstruos de acero, asfalto, hormigón, inasumibles no ya para ellas mismas sino para el conjunto de la Humanidad.

Una de las características del mundo moderno es esta nueva urbanización que parece dar a cada ciudad un estatus único, al modo de las antiguas polis griegas. Pero no veo adecuado que el mundo baile al son de Shanghai, Tokio, Pekín, Moscú, Nueva York, donde una ciudad decide el futuro del resto del mundo. Demasiado poder reunido en muy poco espacio. El poder humano también pide diversidad, de la misma forma que un río es río porque permanentemente corre el agua. Una vez que se estanca, deja de ser río.

Por tanto, digo que vale, mucha evolución y mucho más poder humano, pero creo que hay que tener cuidado en no poner ese poder ni en las manos de la industria militar, ni en las manos del poder financiero, ni en las manos de dos o tres bolsas del mundo, ni en las manos tampoco de la industria farmacéutica o de las empresas tecnológicas. El poder tiene que hacerse más transparente y más visible.

Son tiempos bastante complicados para los seres humanos, pues son muchas y numerosas las presiones sociales que todos recibimos y de las que todos nos alimentamos, de la misma forma que también existen esas otras presiones nacidas de nuestra experiencia personal que también alimentan las sensaciones típicas de este siglo veintiuno. Son las sensaciones donde nos vemos millones y millones de personas pero cada cual vamos a nuestra bola, nadie nos conocemos a nadie, somos todos incógnitas anónimas donde nos juntamos en el metro, en el autobús, en las aceras, en los pasos de semáforo y todos vamos y venimos de alguna parte.

Y es todo ese conjunto de cosas que forman un camino de ser, en donde la mayoría de las gentes, más que estar pendientes de la tertulia de la televisión o de los comentarios de articulistas de la prensa escrita, están donde tienen que estar, en la supervivencia de sus vidas diarias, en el mantenimiento si pueden de sus puestos de trabajo y en el pago puntual de las diversas facturas que vivir en sociedad les significa.

Es también una forma de decir, a la mayoría de las personas, mire usted, se ha inventado esto y aquello y lo de más allá, pero no es para usted. Ahora solamente es para grupos de élite que pueden pagarse esos lujos. Dentro de 100 años, cuando usted haya muerto y le sustituyan las nuevas generaciones, sí estará disponible para ellos de la misma forma que ahora es accesible para casi todo el mundo, un teléfono de última generación.

Y sí, la verdad es que el paisaje humano es un paisaje donde contrasta ver lo mucho bueno con esa otra visión de lo mucho malo. Creo que, por supervivencia de conjunto, los diferentes espacios humanos acaban reequilibrándose, buscándose sus nuevos equilibrios y sintonías. Confío en la capacidad humana de crear y recrear la vida aún cuando ha existido una grave batalla.