Autoedición

Sé que no es fácil tirar de la autoedición. Ni para el caso de escritores, ni para el caso de artistas, ni para el caso de creativos. No lo es.

Y seamos igualmente sinceros que igual que existe el éxito, existe también el fracaso. Y que son muchas más personas que pisan las huellas del fracaso que las personas que pisan las huellas del éxito, seamos razonables y admitamos que todo el mundo no puede ser Ken Follett, ni tampoco todo el mundo escribimos un Harry Potter, ni tampoco todos nos llamamos Steven Spielberg.

La mayoría de las personas, da o damos palos de ciego, cuando se trata de enfocar una vocación profesional, en especial en una serie de oficios que no está muy claro o muy definido qué es lo que son.

La vocación literaria era el recurso para muchos maestros de escuela que no habían conseguido plaza de docente. Trabajaban en periódicos, cuando todavía no había títulos de nuevos licenciados en ciencias de la información, o sea periodistas de carrera universitaria.

Dónde comienza el escritor. Dónde tienes el dinero para publicar la obra que vas a escribir. Por tanto, es estúpido que te plantees escribir un libro. Ponte con algo más fácil. Escribir un artículo. Escribir en lugares de información de otros. Y cómprate una cámara de fotos porque la información consiste en palabras y en fotos. Y comienzas escribiendo artículos, texto más fotografías, para periódicos. Y esto es tu entrada en el mundo de los escritores, a través de periódicos.

Si el mundo fuera un mundo justo, honesto, atractivo e interesante, nadie tendría que dar vueltas y círculos para llegar a un punto de partida que debería tenerlo, si tiene el mérito suficiente. Pero si quieres algo, tú mismo debes buscarte la vida en conseguirlo.

Vemos la realidad cuando la realidad ya se ha producido. Pensamos que Walter Scott, Julio Verne, aquella saga de escritores del siglo XIX, es algo que hoy puede darse. No es así. Aquellos escritores comenzaban a serlo, tras su primera novela de éxito, que podía darse en cualquier momento equis de su vida o incluso después de su muerte.

Aquella forma de entender la literatura, hoy no existe, como tampoco existe aquella vieja forma de leer y de interpretar lo leído. Sencillamente no existe y es absurdo regresar a aquellos tiempos, cuando los actuales son tiempos del sonido y de la imagen.

Y cuando tenemos un libro en nuestras manos, podemos acceder a todo un conjunto de imágenes que nada tienen que ver con la emoción de los viejos lectores de hace 100 años, que el contacto con el mundo exterior es, justamente, un libro.

No existían televisiones, radios, internet. Existían solamente los libros y las cartas. Y tener un libro o que te llegue una carta es, siempre, en aquellos hace 100 años, un instante valioso e importante en la vida de toda persona. Digo un libro, nada más que un libro. Y digo incluso una carta, solamente una carta, que las personas guardaban quizás para toda la vida. Dime dónde hoy encuentras esto.

Hoy encuentras todo en una ventana de tu ordenador. Y encuentras algunos creativos que salen por la puerta de su casa y llevan sus pequeñas criaturas autoeditadas a una charla, una feria, un encuentro con un grupo de destinatarios que valoran lo que haces.