Colaboración

Todo el mundo intenta parecer bueno en asuntos de colaboración. Después da el asunto en que unos no son buenos, otros no son tan buenos como dicen ser.

Pero qué es eso de bondad y de maldad.

Yo soy bueno por egoísmo personal. Disfruto siendo bueno. ¿Una anomalía de mi ser? Puede.

Bien, soy un egoísta de eso que se llama bondad, y que parece que cuesta tanto de llevarse a la vida diaria. Soy egoísta de la vida con dignidad, que ya ni la voy a llamar la vida buena, porque me parece que es la única forma que tenemos de vivir las personas. Yo no veo que las personas podamos vivir sobre el barro o las arenas movedizas. Necesito suelo debajo de mis pies y pienso que, como yo, todas las personas que usamos los pies.

Bien, donde existen unos pies se presupone que caminando hacia arriba, por la vertical del cuerpo, existe un corazón con sentimientos y existe una cabeza con algunas neuronas. Úsense.

Ahora bien, qué pena, úsense, qué fácil. Comparte tu egoísmo bondadoso con muchas personas y ya verás las decepciones que recibes, así, en fila india, o incluso agrupadas.

Es el valor personal, es la calidad personal la que define los hechos. He visto lo miserable de algunos comportamientos en personas que consideraba amigas. Y por esto, qué digo, que ver gente así no me quita un gramo de fuerza para cooperar con las personas con quienes pueda hacerlo. Todo lo contrario. Cuando veo una persona con quien puedo poner un punto de diálogo, digo, bienvenido, estupendo.

Hay personas con las que puedes realizar un trabajo concreto porque existe una afinidad, pero tienes que saber también tus propias limitaciones, qué espacio de cooperación tienes con cada persona para no menoscabar o limitar su libertad personal, sin necesidad de que esa persona te recuerde que le estás limitando.

En el espacio de cooperación ha de existir el suficiente entendimiento o simbiosis para dialogar, para que el diálogo sea fructífero, pero también para la acción. Es un entendimiento activo, vital, práctico.