La tranquila normalidad
El regreso a la tranquilidad tiene también su mérito.
Amo la tranquilidad, qué digo, amo con intensidad ultravioleta y de todos los colores a la tranquilidad. Beber en la tranquilidad es qué digo, maná del cielo, delicias de los dioses del firmamento, trocitos de Dios, de placer y felicidad.
¡Me encanta la tranquilidad, soy feliz en la tranquilidad! ¡Amo la tranquilidad!
¡Y se me está notando!
Qué es la tranquilidad. De nuevo cada palabra tiene muchos usos, según el contexto, según la persona. Yo hablo ahora de un tipo de tranquilidad, la tranquilidad que a mí me pone seguro, bien y feliz. La tranquilidad que saca mis mejores valores y cualidades y que me da fuerzas de vivir, me ilusiona. De esta tranquilidad es de la que ahora comienzo a escribir.
Es la tranquilidad que podía decir Winston Churchill con aquella frase que afirmaba que la democracia es un sistema de gobierno donde saber que si alguien te llega a casa, de madrugada, no es otro que el lechero que te deja las botellas del día. Todo está normal, puedes vivir en paz, esto es una democracia.
Yo creo que tengo un parecido sentido de la tranquilidad, que es vivir la normalidad de la costumbre, vivir tranquilo y vivir con tranquilidad, dentro y fuera de ti mismo. Es decir, vivir sin sobresaltos, vivir sin inquietudes que te intranquilizan.
Esto es la tranquilidad. ¡Una maravilla!. Porque no es tranquilidad de tumbarte a dormir, es tranquilidad para todo, es pasiva y es activa, es contemplativa y es de acción, lo tiene todo, así veo la tranquilidad y así veo la vida tranquila.
Y es bueno y se siente bien por dentro el regresar a la normalidad. Perdón, digo a la tranquilidad.
Me sonrío, he tenido un lapsus. He asociado tranquilidad y normalidad. Es un mensaje que me estaba dirigiendo mi subconsciente.
Creo que estaba pensando: quiero una vida normal, tranquila.
Normal, qué hermosa palabra.
Gracias a Dios, he podido tener todo género de aventuras y experiencias personales que me han hecho quitarme cualquier complejo, tabú o hacerme el tiquismiquis con cosas reales de la vida, una de ellas el inestable y relativo concepto de la normalidad y la anormalidad.
La experiencia directa de la vida me dice que aquí lo importante no es ser normal, anormal, subnormal o supernormal. Aquí lo que se trata es de que seas tú mismo, simplemente y así de fácil. Sé tú mismo. Vive tu propia persona, vive tu propia naturaleza, no te vivas la vida de nadie. Si usas un sombrero, que sea del tamaño de tu cabeza. Si usas pantalones, que sea del tamaño de tu cuerpo. Sé tú misma o sé tú mismo es la ciencia verdadera, como yo la veo.
Sé tú mismo, pero sé también razonado y razonable. No vivimos solos. Vivimos con mucha gente. Y por tanto, está muy bien ir de librepensador o librepensante por la vida, pero también hay que pensar nuevamente en que no vivimos solos. Por tanto, que nuestro comportamiento sea razonable, sea sencillo.
Y con estos librepensamientos ha llegado la noche, una noche en calma y tranquila dentro de su propia normalidad.