Mundo interior

El mundo interior de una persona. Qué es, cómo es, cómo se produce y cómo se desarrolla, de qué forma influye en el comportamiento, destino y actitud ante la vida.

El mundo interior, la percepción personal o la óptica desde la que miramos al mundo y a nosotros mismos. La circunstancia del mundo interior, la o las circunstancias internas, que son en definitiva nuestra naturaleza, libre de cualquier condicionante externo de raza, color de la piel, sexo, nombre, etcétera. El ADN de nuestra naturaleza esencial, el alma, la parte más cerebral y quizás más desconocida de nuestra especie. Qué somos.

El mundo interior de una persona es muy amplio. El mundo interior se refleja en el inquieto modo de ser y de vivir de gentes sabias como Arquímedes, Edison, Galileo Galilei, Ramón Llull, Livingston y Stanley, Darwin. En el vivir inventando, creando, viviendo, pero principalmente en el vivir, en la raíz del comportamiento.

Es decir, una persona con mundo interior no ha nacido para ser nada y hacer nada. No ha nacido para pasar desapercibido incluso para sí mismo.

En el caso incluso de Buda, que se tomaba la vida con tanta languidez como pasarse muchos días debajo de una higuera, a ver caer la fruta como le cayó al gran científico Isaac Newton la manzana del árbol, digo que en el caso de Buda, aún no queriendo escribir una sola línea como tampoco la quiso escribir Jesús de Nazareth, en ambos casos crearon un nuevo sistema de pensamiento e incluso un nuevo sistema de una nueva actitud ante la vida y ante el sentido de nuestro propio destino como personas, seres humanos, hombres y mujeres, de esta especie que somos el Homo Sapiens Sapiens, vertebrados en sexos, razas, geografías pero todos de una misma especie.

El mundo interior de una persona es muchas cosas. Puede ser la sencillez de Fray Martín de Porres, puede ser la dulzura de Francisco de Asís, puede ser la sabiduría de Salomón y su entendimiento del mundo y de las cosas, puede ser el genio militar y religioso de Ignacio de Loyola, puede ser la incombustible presencia del gran Ramón Llull. Puede ser el desengaño del genial Miguel de Cervantes.

O puede ser simplemente el paso de baile descomunal del poeta Antonio, el bailarín. O del poeta Nureyev. O de la poetisa Edith Piaf. O de Frank Sinatra. Como digo, el mundo interior es muy amplio y se muestra en los dedos y en los pinceles de Gauguin, de Velázquez, de Rembrandt, o en la cerámica de los alfareros que ponen una o dos veces al año la feria en la Plaza de los Bandos de Salamanca.

Artistas, jardineros, simplemente amantes de la misma vida, ya son porque tienen la inquietud y el camino de un mundo interior que les anima y construye su comportamiento y también su destino. Por esto digo que el mundo interior es muy amplio.

El mundo interior es evidente que no está desligado de las circunstancias externas. Por ejemplo, la sordera de Beethoven y su influencia en su música e incluso en su felicidad personal y en su talento como artista. Una cosa va ligada a la otra, pero sentía la música en su mente y siguió construyendo música después de quedarse sordo. Esto, por sí, ya es un acto de grandeza y autosuperación humana. Un aplauso para Beethoven.

Dejando aparte el mundo de los grandes e ilustres personajes de la Historia de la Humanidad, centrándome mundo interior de cualquier persona, qué es, cómo es, de qué forma se manifiesta.

Creo que parándome un poco a pensar en lo anterior, creo que es como si trazamos un círculo sobre la tierra y, al modo de una naranja, de una esfera, de una mandarina, la dividimos en diferentes gajos que todos ellos forman parte de la misma naranja, una piel y un interior comestible y unas semillas.

Y en ese sentido, hablar de un gajo de la mandarina parece que no guarda relación con otro gajo, pero sí, todos ellos son importantes o vitales en la conformación de ese mundo interior, por el interior o dentro de la piel de la naranja o mandarina. El propio fruto se defiende con la ligera acidez de la superficie y esconde la dulzura de la mandarina. Creo que en algún sentido todos podemos sentirnos identificados con la fruta de la dulce mandarina del Levante Ibérico. Sí, somos dulces por dentro, para quienes nos traspasan la cáscara.

Es el mundo personal de afectos. Podemos estar solos o en compañía. Pero sigue existiendo el gajo de la dulce mandarina que es nuestro mundo interior de afectividad.