Afinidad

Sí claro, para compartir, se comparte entre personas afines. Lógico. Pero el hecho básico es la educación que llevamos dentro, en nuestro corazón, que es lo que de verdad destaca sobre nuestros conocimientos o habilidades.

Es el cómo hemos ido construyendo ese corazón nuestro, esa forma de ser. Yo creo que en eso está lo sustancial, pues de cómo es nuestro sentir, nuestro sentimiento, nuestras emociones, así es también nuestra finalidad, nuestro propósito, nuestra actitud de vida.

No sé, la afinidad con una persona no es algo que escoges o escogemos. Vemos si somos afines o próximos a una persona o pensamos o sentimos de forma parecida, pero es una realidad hecha o fabricada por la vida, sin nuestra intervención.

Nuestra naturaleza la vamos haciendo nosotros mismos, pero la naturaleza de otra persona, qué rasgos de humanidad nos unen o nos diferencian, eso es algo que está fuera de nuestra decisión personal.

Es como salir a la calle y encontrar un aire limpio. Te gusta más que un aire contaminado, pero realmente escapa a tus propias fuerzas cuál es la calidad del aire del planeta Tierra. No eres sino un pequeño, humilde consumidor de aire que absorbe O2 y devuelve CO2 a la atmósfera.

Y de la misma forma que agradecemos el Sol de todos los días, el aire de todos los días, el azul o el gris de todos los días, encontrarnos a personas afines a nosotros es algo que, en la básica, pide que esas personas previamente tienen que existir para encontrarlas, es lo primero. Después viene que nosotros hemos de verlas y tratarlas y saber conservar esa afinidad entre las dos partes que hacemos una comunicación.

Es verdad que no somos tan pasivos como saludar al Sol y agradecer que sea como sea, es nuestro Sol, el dador de vida. Entre las personas, compartimos. Yo no sé qué le damos al Sol, salvo agradecimiento.

Pero las personas sí somos de una parecida naturaleza para compartir, para hacernos la vida un poco mejor, para alegrarnos la vida, para darnos buenos instantes sin necesidad de forzar los buenos instantes.

Lo que quiero decir es que primero es encontrarnos, sintonizarnos, y después ya es un curso natural de evolución humana. Cada relación es única. Tiene una aventura, una vida propia.

Y en fin, el trato humano es maravilloso. Somos humanos y necesitamos compartir la humanidad, está clarísimo. Si esto es verdad de compartir con un árbol, con un pájaro, con un gato, con un perro, con una montaña, con un día o con una noche, se hace más evidente con una criatura humana. Siendo esto verdad y siendo también verdad que somos los mayores productores de insatisfacciones, está en nuestra naturaleza ser unos con otros. No hemos nacido para vivir aislados. O poco o mucho necesitamos el contacto humano, un contacto real. Somos sociables y nuestro instinto es el de la sociabilidad. Nos necesitamos unos a otros, también en el instinto de nuestra naturaleza, de nuestro ser por dentro.

Otra cosa es toda la historia humana global que llevamos, de largos y feos desencuentros, pero eso no responde a nuestra naturaleza de verdad. Es un postizo, un disfraz, un añadido que se ha hecho historia y costumbre y ley social, pero nada más. Seguimos siendo de carne y hueso, da igual que nos vistamos de un color o de otro, con una túnica o con unos pantalones, es lo mismo, nuestro cuerpo sigue siendo el mismo. O si nos vamos a las metafísicas, nuestra naturaleza, nuestro cuerpo-alma-espíritu sigue siendo el mismo.

O sea, los humanos nos necesitamos unos a los otros. Y si bien es verdad que las grandes insatisfacciones son humanas, también nuestras grandes alegrías son humanas, vienen dadas por nuestro contacto humano.

O sea, viva el trato humano. Y viva especialmente cuando las personas somos y nos sentimos afines.