Leyendo El último judío
Existen escritores que saben crear cercanía, proximidad con el lector, y otros que no saben hacerlo. Su lenguaje es incomprensible o es incomprendido para los lectores.
Puede ser porque el escritor – o escritora – tiene un cable suelto en su cerebro, que le hace creerse que solamente es escritor si es incomprensible y además incomprendido.
O puede ser porque es incapaz de hacerse comprensible y, en vez de aceptarse su incapacidad, prefiere trabarse en otros caminos por los que no llegas a entenderle.
Entremos a un ejemplo, Noah Gordon, El último judío. Es un libro sin pena ni gloria, más bien es un libro flojo. Pero es un libro que trabaja las escenas particulares, las escenas literarias. Trabaja la proximidad con el lector. Noah Gordon es un escritor y le importa un bledo escribir de esto o de aquello. Él confecciona una historia y la cuenta.
Si miramos este libro por el lado histórico, dice cuatro verdades y dice otro grupo numeroso de chorradas. El valor que tiene este libro es puramente un valor de lectura, de entretenimiento, de distracción de los lectores. El tema es lo de menos, que sea el tema de un judío en tiempos de la expulsión de los judíos españoles decretada por los reyes católicos.
El autor va desarrollando una historia, la vida de un muchacho que ha perdido a su padre, a su madre, a sus dos hermanos. Un muchacho que tiene que buscarse la vida solo, en mitad de aquellas circunstancias. Tan pronto lo vemos en Toledo, huyendo, como lo vemos trabajando de pastor, como lo vemos trabajando con un armero, como lo vemos trabajando con un médico, en Zaragoza.
El libro tiene 583 páginas. Llevo leídas 383 páginas. ¿Te quieres creer que ha comenzado la acción igual a las 200 páginas?. Doscientas páginas para comenzar una acción. Y además no podemos decir que exista una gran acción. Las cosas que suceden tienen un retrato bastante ingenuo, bastante superficial, salvo algunos rasgos de ingenio.
Bien, lo que quiero decir. A mí, pienso que también a muchos lectores que coinciden conmigo, me llega mucho más una escena personal, donde un muchacho escapa de Gibraltar y llega a la casa de un médico, que le acoge.
Es decir, me llegan las escenas personales, las escenas que tienen un perfil personal definido. Muchos escritores no saben hacer esto. Aquí tenemos la prueba, que necesito más de 200 páginas para comenzar a ver un perfil en un personaje o llevar más de 380 páginas y ser ahora que comienza a “cautivarme” la acción y los sucesos que transcurren en la novela.
Yo creo que hay miles de formas diferentes de contar una buena historia. Pero solamente una que nos dice si ha sido biencontada una buenahistoria. Este camino, dentro de las distintas oportunidades que te ofrece el argumento, puede tener muchas variantes pero al final de todo este proceso, queda en algo muy simple. ¿Ha sido biencontada o malcontada la historia?. ¿Es una buena historia o es una mala historia?.
Estos son los elementos identificativos de un libro, que de nuevo nos llevan a si es un libro con cuerpo. Y si es un libro con cuerpo es porque seguramente es un libro que tiene alma y seguramente es un libro que tiene espíritu, es decir, realmente tiene cuerpo porque tiene contenido argumental, y realmente tiene cuerpo porque tiene todo un conjunto de documentación que “enriquece” y “vivifica” la acción que se está contando.