Yo digo paz
Con toda nuestra evolución, los seres humanos somos vulnerables, igual de vulnerables a la vida, a la química del oxígeno y del agua, a la necesidad de alimento y calor corporal interno, vulnerables al latido de nuestro corazón, pero también somos vulnerables a todas las diferentes formas de violencia, tanto las más refinadas como las más primitivas, tanto las violencias a baja escala, a media escala o aquellas otras que son un cataclismo de violencia.
Desde esta vulnerabilidad, podemos comprender a las masas frenéticas que piden la ejecución de alguien, en la plaza pública, como podemos comprender el fanatismo de multitudes que parecen un reguero de furia, en nombre de lo que quiera que legitime o justifique su furor o su furia.
Desde esta vulnerabilidad, podemos también comprender los comportamientos individuales donde yo te agredo, tú me dices que porqué te hago esto, yo te respondo que porque creía que tú ibas a iniciar una agresión.
Total, yo creo que existe un argumento principal. A pesar de todas las salvajadas de violencia que ha realizado el mundo humano, un fantástico resorte de vida ha hecho posible que sobrevivamos hasta hoy. Y de una forma ilógica a la violencia. Tenemos lo que hoy llamamos superpoblación. ¿Más población en un mundo más violento?. Han cambiado los esquemas. Hace unos cientos de años, éramos materia prima de trabajo. Y ahora somos también materia prima de consumo. Somos tantos que estamos devaluados por completo, pero al mismo tiempo tenemos, contradictoriamente, un inmenso valor.
Es ilógico completamente, pero el mundo humano sigue lógicas muy curiosas, especialmente en un mundo como es el actual, muy interconectado, todo con todo y todos con todos.
Por ejemplo, unos habitantes del centro de África, ningún valor en términos de mercado. Pero surge un nuevo virus. Curiosamente un nuevo virus que parece ser ha sido inventado por la ciencia humana. El virus se convierte en un problema y, por la muerte de unos miles de africanos, el virus entra a formar parte de la industria farmacológica de los principales países del mundo.
Un nuevo ejemplo, Chernóbil y Fukushima. En Occidente, las empresas eléctricas comienzan a ser auténticos gigantes de la energía. Apuestan fuerte por la industria nuclear. Pero un primer accidente en la URSS y un siguiente accidente en Japón, desmantela por completo el auge de las fuentes de energía nucleares.
Hace cien años, éramos países o Estados, diferenciados, independizados unos de otros. Nada ha sido igual desde la finalización de la última guerra, en Europa. Podemos concebir los organismos internacionales como un puro simbolismo, una fachada para guardar las apariencias. O podemos entenderlos, con los sucesos habidos en la segunda mitad del siglo veinte, como un nuevo mundo humano, dentro de una nueva etapa de evolución, la aldea global, con un nuevo orden social.
Han sido apenas 60 años de globalización. Pero han sido 60 años muy intensos. De profundos y grandes cambios sociales y también de cambios en nuestras formas de pensar e interpretar el mundo que vivimos.
En estos últimos sesenta años, han sido grandes y numerosas las historias que la Humanidad ha puesto por primera vez sobre el tapete de la evolución humana. En todos los ámbitos, científico, político, social, cultural, etc.
Y, al mismo tiempo, las realidades regionales, las realidades nacionales y también las locales, iban sufriendo profundas transformaciones y cambios, dando una realidad de un mundo que cambia aprisa y sin darse descanso, que quizás está produciendo nuevos cambios antes de asimilar completamente los cambios recientes y anteriores.
En todo este contexto, surgen muchísimas cosas que son referencias de los tiempos actuales y que antes no lo eran, por ejemplo el fenómeno de la igualdad de derechos y oportunidades entre diferentes sexos o por ejemplo un mayor respeto a la privacidad o intimidad de cada cual, se lo viva como se lo viva.
Sin embargo, curiosamente, en todos estos años de crisis, la calle está crispada, muy crispada, al mismo tiempo que llevamos ya años hablando de un incremento delincuencial en estos países emergentes o que hemos comenzado nuestro desarrollo económico hace relativamente poco.
Son contrastes sociales, que tienen también mucho que ver con la manipulación diaria, con la propaganda que recibimos prácticamente por todas nuestras ventanas y puertas de contacto humano y social.
Yo creo que para ver las cosas con plenitud y naturalidad hay que apartarse un poco de la realidad. Estar demasiado metido dentro del meollo, da como resultado que solamente se escucha el griterío de la multitud. Es evidente que quien quisiera disfrutar de un circo romano, de la misma forma que quien quiera disfrutar de un torneo de fútbol o de un combate de boxeo, tiene que sentarse dentro del público asistente.
En esta complejidad de interrelación humana, creo que entran, de una forma decisiva, los nuevos rasgos de la sociedad actual. Rasgos que creo que nunca han existido en ninguna Humanidad anterior. Por ejemplo, la indiferencia. El hecho que diez mil, veinte mil personas, vivan en un mismo edificio y sientan una visceral y profunda indiferencia unos por otros.
O el hecho de autoprogramarse para ser el perfecto hombre o mujer social que se espera de nosotros. Sin necesidad de microchips ni de implantes electrónicos, prepararse a conciencia para ser modelos.
Esperábamos vernos con otra criatura humana, en el sentido amplio y tradicional del término, pero en ocasiones no encontramos esto, sino un ser lejano y ajeno, cuya plena indiferencia nos resulta extraña. Es la indiferencia del vendedor o del empleado de banca que nos trata como si fuéramos amigos de siempre o conocidos de algo, como es la indiferencia de quien quiere algo de nosotros y comienza destacando que unas momias como nosotros contamos con la gran suerte de tener mucha historia.
Es decir, de nuevo otra contradicción de los tiempos actuales, porque al tiempo que expandir nuestros horizontes, vamos también cerrando nuestro campo de percepción. Son mayores y mejores nuestras formas de comunicación pero empeora nuestra base, nuestro abecé de comunicación. Somos muchos más y estamos más solos. Somos más ricos, pero nos sentimos más pobres. Somos más longevos, pero nos sentimos más efímeros y breves.
Y, o sea, así en un resumen, qué gran experiencia de vida se desarrolla y tiene lugar en esta tierra, a la vez qué gran pelea la que, colectivamente e individualmente, todo ser humano desarrolla en esta gran aventura. Hermosa, claro que sí, sin duda, pero qué esfuerzo tan grande, el sobrevivir y el vivir en este mundo humano de tan grandes contrastes y contradicciones.
Yo digo paz. Paz como bien primero y necesario, paz para vivir, paz para dormir, paz incluso para morir, paz para todos.