Amor de verdad
Yo sé que el amor no tiene garantía ni tampoco es un utensilio de cocina que se desgasta con el uso, pero sigue siendo importante que yo le dure y el amor me dure toda la vida.
Quiero decir el tiempo de vida, porque eternos ya se sabe que nadie lo somos.
Un día encontramos a una persona que hace muy fáciles todas las preguntas que nos hacemos sobre el amor. Algo tiene esa persona, algo que se conecta con nosotros mismos, nuestro corazón, que nos roza el alma, que nos traspasa el cuerpo, que hace el sentir muy indescifrable de explicarse con palabras, que nos hace decir: ¡qué bien me siento con esta persona!
Desaparecen todas las preguntas.
Ha llegado entonces el amor.
Vayamos ahora a los lados más racionales del amor.
El amor no tiene tasa, precio, medida, color ni sabor. Es invisible pero su presencia es advertida y sentida.
El amor no se exige y tampoco se mendiga. El amor no se coacciona, ni se manipula, ni se le encierra en una jaula para que cante como los grillos o los ruiseñores.
El amor no se viste de colores de sedas ni va de dulces fantasías por la vida porque, si es el amor de verdad, va en cueros, desnudo, como solamente sabe el amor.
Y el amor no tiene conflicto, no tiene aguas estancadas o podridas, no tiene borrones. Es así el amor.
¿Y las historias de amor? Dependen de las personas, de las dos personas que dan vida a esa relación. Si estamos hablando de personas fuertes, esa fortaleza también será impresa en el amor que estas personas construyen.
No existen las fórmulas, cada pareja vive su propio amor, no tiene porqué parecerse el amor de unos y de otros, entre otras cosas porque cuando hablamos de amor estamos hablando de 24 horas al día de convivencia, de convivir en todo el conjunto del comportamiento humano.
Las historias rosas, de flashes y qué bonito todo, son generalmente historias con los días contados, que viven para la foto, poco más. Las historias que, por el contrario, son historias verdaderas, tienen todos los colores pero sobre todo tienen algo que les caracteriza: la voluntad, el valor de luchar por una relación y por hacer vivo tejido común entre dos personas, hacer pareja.
Creo que amar con mediastintas no es propiamente amar.
Y creo que cuando una pareja tiene que amarse con mediastintas, el asunto va bien jodido, si tanto tienen que calcularse las distancias y los encuentros.
Amar de verdad, es amar. Lo otro no es propiamente amar.
Y qué es lo básico del amar. Lo básico es ese punto de encuentro de un amor que se conoce y reconoce en otro amor, de un corazón que se refleja en otro corazón. Y no es poesía lo que estoy diciendo, es realidad pura y dura.
¿Y qué más existe además de ese punto de encuentro? Existe valor y decisión. El amor no es inseguro ni tiene dudas. El amor no va con miedo ni con miedos. Es así.
Ni siquiera el amor pide que confíes en él. Es generoso, es... es el amor. Es que lo mejor que te puedes imaginar sobreviene del y con el amor. Pero no olvidemos que el amor se produce dentro del corazón de una persona.
Es nuestra forma de amar la que nos hace distintos, diferentes. ¿Cómo amo? Entonces estoy diciendo cómo soy.
Hoy se ama con demasiadas mediastintas. Se ama con muchos adornos y superficialidades que desvían la atención de lo principal del amor, que es desnudo, sin adorno, sin accesorio. El amor es natural, cien por cien natural, de maravillosa materia prima.
Tanto hablar del amor ...
... me está poniendo reflexivo, romántico. Pienso que por amor he sido capaz de subirme a la luna en un cohete, pegarme siete vueltas por la Vía Láctea, y caer dulcemente en las mansas aguas del Océano Pacífico.
Todo por amor, como canta mi buen amigo, Miguel Hernández, que de amor sabía un rato largo, pero tristemente, que era un triste pero lo que decía tiene una fuerza que se te ponen los pelillos de punta.
¿Por qué unas historias acaban bien y otras acaban mal?
Acabo de hacerme una pregunta-trampa. Una historia que acaba, nunca es una buena historia. Por tanto, en amor, cuando hablamos de algo que ha acabado bien, estamos hablando de algo que comenzó y tuvo final. Y un final, ya por el propio hecho de serlo, nos dice que ese amor no fue el que nos teníamos que vivir, era un ensayo, un evolucionar, pero no era ésa la persona.
A veces te crees que estás dentro de una historia de amor pero te estás viviendo un columpio de amor, una fantasía que no es real. A veces sucede eso. Sin embargo se nota cuando es real y cuando no lo es.
Yo no sé, pero pienso que el amor, cuando lo es, resulta fácil, sencillo, natural, visible, espontáneo; y que no existen los análisis, los cálculos, los detallitos.
Sé que si el amor existe supera todas las dificultades. Y nunca duda y nunca se pone nervioso y nunca siente miedo, porque el amor es también confianza con otra persona.
Desnudo y vulnerable.
Creo en la grandeza del sencillo amor que se manifiesta desnudo, vulnerable, tal cual es, sin joyas, maquillajes, accesorios.
Creo en el amor que, en cualquier edad, en cualquier circunstancia, es capaz de despertar la ilusión de dos personas que creen vivirse momentos importantes.
Creo en la grandeza de los instantes pequeños, de las confidencias, de las complicidades, del conocerse, de los primeros pasos, de cómo se cuidan mutuamente esas dos personas que tímidamente comienzan a amarse.
Creo en los primeros pasos y en todos los pasos siguientes, en el día a día, en la verdad que se mantiene sólida porque no existe falsedad de ninguna clase.
En el amor que se construye con nueva confianza, con nuevo sentimiento. En la alegría de encontrarte cosas nuevas en una misma persona. En el sentimiento naciente de cada día, de sentirte más unido a esa persona.
Todo esto yo creo que es amor, pero básicamente necesita voluntad, valor, decisión. Es decir, un amor de verdad, auténtico.