Hablemos de dinero
La carencia de dinero nos puede llevar a una situación de darnos por vencidos.
No estamos hablando de amor, sentimientos, emociones, sensaciones, percepciones. Estamos hablando de dinero puro, frío y sencillo dinero, nada más que de dinero, cuando el dinero es el eje central de las circunstancias, con los rostros que adquiere el dinero, que es un maestro del disfraz, pero que tiene unos mecanismos muy básicos de funcionamiento.
El dinero es de nadie y es de todos. Corre de unas manos a las otras. No piensa en lo que pensamos de él, viéndolo solamente como una riqueza numérica. Alguien, muchos, todos, pusieron número a la realidad. Un barril de petróleo x dólares; un libro de aceite x euros; una clase de danza x pesos; un preparado de hierbas o una tarde de terapia x dinero…. Números, números que van de unas personas a otras, sin ser un problema.
¿Quién dice que el dinero es el principal agente de los males del mundo?
Lo decimos quienes le damos identidad al dinero cuando el dinero carece de identidad. La montaña tiene identidad, el río tiene identidad, el aire que respiramos tiene identidad, pero el dinero es un número o una norma de números y carece de identidad. Somos los humanos quienes hemos normativizado el dinero, con algo tan básico como que cualquier cosa de nuestro mundo tiene un equivalente en dinero.
Para un hombre de poco ejercicio mental puede ser una exageración pensar a lo grande, pero la macroeconomía sigue su curso. Puedes ignorar la norma, pero ella no te ignora a ti. Desde los grandes continentes a los pequeños núcleos rurales siguen la norma común, la que acabo de decir: todo lo contenido en esos territorios tiene un equivalente en moneda, en dinero.
El dinero requiere el conocimiento y la práctica de dos normas: su norma interna y nuestra propia norma interna y, frente a lo que pueda parecer, cuanto mejor conocemos nuestra norma interna, mejor conocemos su norma interna. El dinero no quiere infelices ni desgraciados que lo representen, y por eso es tan verdad lo que se dice que el dinero llama al dinero. Y yo, al otro extremo de esa argumentación, creo que dicha cita no es exagerada y que tampoco lo es decir que según se desarrolla la ruta psicomental en cada individuo, así su mayor o menor habilidad con aquello que el dinero representa: capacidad y libertad.
En mi caso concreto, no he desarrollado el talento o habilidad de conseguir dinero con rapidez. Algo falla. No fallaría si no sintiera la necesidad del dinero para desarrollar los proyectos que quiero poner en marcha, pero esa necesidad existe y mis respuestas son inadecuadas para satisfacer esa necesidad de desarrollo.
¿Y qué hago entonces? No lo sé. Pero me lo voy a tomar con humor: Saco mi varita mágica, polvorienta de no usarla, indago los astros, cierro los ojos y un estallido de luz, en alguna dimensión, organiza una reacción en cadena para que el dinero llame a mi puerta en la forma que sea…
Las imágenes que nuestra mente transporta al Infinito son objetos demasiado poderosos para que se descarríen en el camino del obstáculo y de la pesadumbre. Sería, por tanto, mucho más sensato que todos fabricáramos las mejores imágenes y pensamientos para nosotros mismos y para las personas que amamos. Pienso y siento que es fundamental conocer, aprender y practicar la máxima de que cada quien es el protagonista de su propia existencia y que, aunque el guion nos parezca determinado, podemos interpretar magistralmente el papel de insolventes mientras nos llega el papel de acaudalados, o mejor aún, reclamar el papel que nos haga definitivamente libres de las leyes que nos atan al dinero.