Una vez que estamos aquí...
No somos unos sujetos que hemos venido a este mundo de la nada. Somos hijos de esta tierra y, si miráramos con atención, qué es la tierra que nos ofrece esta vida, quizás encontraríamos muchas más respuestas, que no las que habitualmente manejamos, que son respuestas sesgadas, utilitaristas, en las cuales reflejamos la realidad como a nosotros nos interesa y no como es realmente.
La naturaleza ha hecho a las crías de los animales de mayor tamaño, por ejemplo a los grandes mamíferos, que necesitan de un mayor periodo de crianza y de educación. En especial, en el ejemplo de la especie humana, esto se hace notorio y patente. Somos posiblemente la especie que más tardamos en crecer o en alcanzar nuestra autonomía personal, nuestro pleno desarrollo.
La cría del ser humano no está lista para buscarse la vida al año de edad, como puede suceder en el cachorro de león o en la pequeña gacela o en el pequeño búfalo.
La cría del ser humano necesita uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis y más años, al cuidado de otros seres humanos, para poder desarrollarse corporalmente e intelectualmente.
Esto puede verse como una desventaja, pero no lo es. De nuevo, la naturaleza es sabia. Si nos hace así es porque nos está invitando a ser sociales, a vivir en sociedad, a vivir de una forma compatible con la vida individual y con la vida global, el destino de cada uno de nosotros y el destino de la Humanidad en su conjunto.
El caso es que, una vez que estamos en la vida, todos deberíamos tener el mismo derecho natural para sobrevivir, alimentarnos, vivir con dignidad. He aquí el conflicto social, en el que llevamos prácticamente desde el principio de nuestra relación social, de nuestra vivencia en sociedad. Nos pasamos la mayor parte de nuestra Historia, pugnando por ver quién de nosotros manda sobre otra civilización.
Lo peor es que, llegado al espacio de la vida privada, vivimos con esa difícil contradicción de que todos nos necesitamos a la vez que todos somos un peligro para todos. Y es nuestra actitud y comportamiento el que determina una u otra dirección.