Mi espacio musical
Si tuviera que hablar de qué es lo que yo hago en términos artísticos, diría que hago cosas para mí mismo. Alguna vez las he compartido, pero ahora la verdad es que no las comparto con nadie, salvo conmigo mismo. Y en realidad estoy todo el día compartiendo esto mismo con el mundo mundial.
Qué cosas hago para mí mismo, de qué cosas se compone mi espacio musical. Yo lo veo como un todo, único, que es a su vez una pieza indispensable o importante en mi desarrollo como ser humano. La música y todo el espacio musical forma parte de mi vida, como la escritura forma también otra parte decisiva u otras aficiones que mejor podría llamarlas pasiones o inquietudes vitales.
La música es, para mí, el espacio que se concentra en las seis cuerdas de la guitarra. Esto, por sí solo, forma ya un espacio único, un mundo diferenciado.
La percusión, en todas sus variantes, forma un nuevo mundo.
El movimiento, el silencio de la música, es un tercer mundo que corre a la par de los dos mundos anteriores.
Y por último, la voz y la interpretación es un quinto mundo, íntimamente interrelacionado con los cuatro anteriores.
Cada uno de esos cinco mundos, tiene su vida propia, sus desarrollos, que por supuesto afectan a los demás mundos, que se aprovechan de los conocimientos asociados a cada uno de ellos.
Son mundos de explorar, de conocer, de vivir, de sentir, de percibir. La voz, como he dicho, es uno de esos mundos. Y su materialización es muy amplia, más allá de la música, en forma de historias orales, en forma de lecturas que toman cuerpo con la fuerza de la voz que narra esas lecturas. La voz como un instrumento de comunicación pero también como un instrumento de sentimiento, de conectarte con el sentimiento de una determinada cosa: un poema, una narración, un guión; darle vida a través de la vida contenida en la voz. Y por supuesto en los silencios también entre los distintos sonidos que conforman la voz.
Llegamos al espacio musical de la voz. En mi caso, no es que me guste cantar o sentir o interpretar. Me encanta también silbar, me paso mucho tiempo silbando, me encanta silbar tonadas y músicas, igual que me encanta cantar tipo ópera o tipo canto gregoriano o tipo cantos celtas, así de ir caminando por el campo y caminar y cantar al mismo tiempo.
Y esto para mí es una forma de ensayar, al mismo tiempo que hago otra actividad, por ejemplo el ejercicio físico de caminar. Por supuesto, no voy dando el cante por la calle, no voy cantando ni voy silbando por la calle, pero cuando puedo hacerlo sí que me doy al sano placer de hacerlo.
Cuando es momento y me lo pide el cuerpo, puedo cantarme coplas que yo me invento, que son antiguos poemas que he ido aprendiendo de memoria a fuerza de cantarlos pues desde que tengo doce o trece años.
Y son canciones de todo tipo, desde la canción del pirata, el poema de José de Espronceda, a poemas de Miguel Hernández, de Lorca, de Machado, de Pablo Neruda, también poemas medievales, cualquier cosa yo la veo de poder darle una interpretación musical, bien como un romance o bien con ritmos melódicos de música que no sé bien cómo definirla.
En realidad me siento cómodo en mis espacios, que van de un tango a una ranchera. Me gusta ser flexible y me gusta estar investigando constantemente y descubrir cosas nuevas, también en mí, pues en definitiva, al tiempo que canto, también me doy cuenta de todo el sentimiento que transmito conmigo.