Debate para estos tiempos

Isaac Asimov, uno de los grandes preguntadores o pensadores de estas últimas décadas, escribió un buen libro sobre los cambios del siglo veinte. En muchas cosas, no me sentía de acuerdo, pero sí en la palabra del título. Es un siglo de cambios. De grandes cambios.

Yo creo que decir que estamos cambiando no es suficiente. Necesito saber más. Necesito saber porqué estoy cambiando, para qué estoy cambiando, adónde me llevan estos cambios.

Y llegados a este punto del argumento, yo digo, qué sucede aquí. Sucede que un conjunto de personas están viviéndose unos cambios, pero no tienen apenas ni idea de qué cambios son, de cómo son, de hacia dónde nos llevan.

El tema es fino, el tema es de aúpa. Es como si yo ahora me monto en un taxi y no tengo ni idea de qué hago dentro del taxi, dónde me lleva el taxista, cuánto me costará la carrera. Es cuando menos que, si tengo esa sensación o esa percepción, dentro del taxi, me plantee una cierta preocupación, de qué puñetas hago en un taxi que no tengo ni la menor idea de qué hago dentro ni hacia dónde voy ni quién es este taxista que no conozco.

Este debate global en algún sentido sí está entrando a formar parte de foros y lugares de opinión. Es posible que el tema de debate está aún incipiente, en pañales, pero ha comenzado a formar parte de una mentalidad de conjunto, infinitamente más objetiva y más realista que la mentalidad que teníamos hace apenas unos pocos años, de ser contradictorios, muy contradictorios, y, además, vivir la vida en la más plena contradicción. Un ejemplo, pensar que vivíamos en el país y en el mundo de jauja y que todo iba a ser tirar de tarjeta gold para toda la vida, con un bmw a la puerta.

El debate apenas existía hace unos años porque, en teoría, también en la práctica, a mucha gente le iba de rechupete, lindamente dentro de su carrito del bebé y de su carrito de la compra. Mientras tenga ruedas el carro, yo lo haré girar, venían a decirnos. Pero los hechos cambiaron hace unos años y al final, por la terrible fuerza de los hechos, el debate de mirar la realidad de forma realista comenzó a tomar fondo y forma en la calle, a unos puntos que quizás hoy pocos o muy pocos saben las soluciones, pero cuando menos saben que todos tenemos un grave problema, lo cual ya significa que no miremos hacia otra parte y que comencemos a centrarnos en las cosas y hechos que son de interés e importantes.

El debate posiblemente deberíamos haberlo tenido hace 30 años, pero no interesaba que tuviéramos este debate y es por esto que, aún a destiempo, hoy podemos decir, en algún sentido, que este debate está comenzando a existir en la calle. Y está comenzando a existir no porque desde los poderes públicos e institucionales conviene que pensemos y opinemos sobre esto, sino porque la propia fuerza vital de cada hijo de vecino, está finalmente poniendo contra las cuerdas a una forma de hacer política y sociedad que tiene ya los días contados.

¿Tiene los días contados?. Sí, yo creo que sí. A estas alturas, sí creo que sí. Es posible que hace un año, hace dos, no lo hubiera visto con tanta claridad, pero a estas alturas de realidad, sí creo que va a producirse la situación al menos de que el debate entre dentro de la vida pública y de la vida privada.

Estas cosas de las cuales hablamos podemos referirnos a ellas como cosas abstractas o como vagos pensamientos, pero también podemos referirnos a esas mismas cosas con una profunda concreción, inserta por completo en la realidad más plena y cotidiana.

A la pregunta de cómo es el mundo en el cual vivimos, respondemos desde el lugar o geografía en la que nos encontramos, España. Cómo es el mundo, visto desde aquí. Una Navidad donde señalan el profundo éxito de la recogida de alimentos.

Miramos el tema. ¿Recogida de alimentos, en navidad? ¿Qué pasa, que los españoles no comen? Vayámonos diez o quince años atrás. Semejante noticia era un hecho marginal en las navidades. Seamos caritativos con los pobres, no por ser pocos son por esto peores o más malos que nosotros, parecía decirnos aquella publicidad.

En unos pocos años, el mundo, visto desde España, ha cambiado radicalmente, un giro de 180 grados. Ya no es uno, dos, cien, mil, los pobres, los vagos, los que no son felices porque no quieren o quizás porque tienen algún problema kármico. Ya no se pueden usar hipocresías tan ostentosas y cuando son miles los desahuciados, miles los que tienen que acudir a los bancos de alimentos, miles los que subsisten de una pequeña pensión pública, entonces no es políticamente correcto ofenderlos a todos en conjunto u ofenderlos por fragmentos o por partes. Entonces pasamos a la acción y los comercios, en especial de alimentos, son los primeros interesados en contribuir a que no se dispare un clima de mayor conflicto social. Mire usted, no me vuelva a romper el cristal que vale tres mil euros, yo prefiero donar 20 kilos de arroz, veinte de azúcar y otros veinte litros de aceite antes que ver que ustedes, de dentro o de fuera de mi barrio, me asaltan la tienda cada dos por tres y paso más tiempo en el juzgado que en mi tienda.

La clave de un sistema social es que las gentes puedan subsistir, puedan trabajar, puedan cubrir sus exigencias básicas. Salvo que nos encontremos en India o en China. Y afortunadamente, en Europa, nunca nos hemos encontrado con nada parecido a la realidad hindú o a la realidad china.

En China, trabajan y viven como chinos. Pueblo que lo mismo sabe tirarse siglos en el silencio que siglos en el sometimiento. O en su vecina India, igual más de mil millones de criaturas humanas son capaces de vivir en la miseria, manteniendo una potencia mundial que sabe estar a bien con todos. Bueno, menos con los ingleses. Pero lo mismo hacen alianza con los dioses espirituales que con los dioses de la economía. Con los dioses religiosos, tienen un panteón lleno de dioses, de religiones, con todos hacen alianzas y es un polvorín de superpoblación pero nadie se mete con la India de los hindúes.

Los chinos y los hindúes aguantan lo que les echen. Pero los españoles aguantamos menos, en especial cuando estábamos medio acostumbrados a vivir medio bien o a vivir bien del todo.

Y una situación de puro caos como la que se declaró en España hace seis años, eso era de infarto y parada cardiorrespiratoria. Además de la quiebra financiera, además del desfase y descontrol de cuentas bancarias y de otras cuentas públicas, la hecatombe se dibujó en un desempleo feroz que dejó a millones de personas en la calle. Un desempleo que sigue siendo, hoy por hoy, el principal problema que tiene este Estado. No hay trabajo, no se come.

Los niveles que alcanzó el desempleo en España son niveles de plena conflictividad social. Ha sido verdaderamente sorprendente que no haya pegado un profundo crujido o estallido social que hubiera dado un vuelco menos pacífico a cosas existentes.

O sea, dentro de lo malo, hasta podemos decir que hemos tenido suerte y buena fortuna en este camino por la desesperanza, por una crisis de desempleo y de cuentas negativas, bajo cero.

Consecuencia, hoy por hoy sí nos planteamos cosas que hasta ayer pasaban inadvertidas. Hoy pasamos por un parque y preguntamos, cuánta agua significa este parque, cuánto dinero, cuánto mantenimiento, cuántos empleos directos y con qué calidad proporciona. Cuál es el valor democrático de este parque. Es decir, la realidad ya deja de estar fragmentada. Podemos ver la realidad conforme es la realidad.