Libertad de creación

Vivir con libertad, con la libertad de poder proyectar si quieres trabajar de ingeniero o de mecánico, de docente o de psicólogo, es algo más fácil en cualquiera de los países europeos, antes que por ejemplo en China, Corea, India, Nigeria, cualquiera de los muchos puntos calientes que el mundo tiene.

Creo que hablar de libertad de creación, de libertad de innovación, es algo que solamente puede darse en naciones avanzadas, con una práctica democrática real. Quiero decir, no tiene sentido meterse a agricultor en un territorio controlado por una “mafia agrícola”. Y este planeta y el mundo humano está lleno de ejemplos que demuestran que los seres humanos somos territoriales, no aceptamos la competencia.

En cualquier terreno de la actividad humana, la agricultura, la ganadería, la industria, el turismo, el comercio, observamos una muy fuerte competencia, que incluso en ocasiones, en demasiadas ocasiones, se transforma en una guerra sucia, sin entrecomillados.

Pero donde esto se comprueba de una forma especial es en áreas más concretas. Por ejemplo, la cultura. Decimos que la cultura es neutral, decimos que la cultura atiende a ese sagrado principio democrático de la igualdad de oportunidades, pero sinceramente no es nada verdad. En prácticamente ningún ámbito de la cultura.

La extrema violencia de los actos de nuestra especie, nos lleva a decir que todo proyecto humano, de cooperación, es un esfuerzo baldío, que finaliza o termina en nuevas tropelías, en nuevas formas de cómo formar conflicto y problema.

Hace apenas 50 años, estaba mucho más claro y transparente. Las sociedades estaban estratificadas. Se sabía bien dónde nacía cada uno y en muchos sentidos, también se sabía dónde iba a morir. Supuestamente, con la llegada de las democracias occidentales, todo esto ha cambiado un poco. Pero repasemos la siguiente cuestión. ¿Democracia, qué es esto?¿acaso el mundo humano quiere Democracia?¿dónde se inventó la Democracia?.

Hoy tenemos un grandísimo debate sobre la mesa. Es el debate del mundo humano y de las civilizaciones humanas que hemos ido creando o constituyendo, en el conjunto de nuestra historia.

Es posible, muy posible, que el mundo occidental no sea tan perfecto y hermoso como lo que quisiéramos imaginarnos, pero cuando menos es infinitamente más bondadoso que otros sistemas de convivencia y de gobierno que se tienen planteados en otras partes del mundo, donde ni se plantean, ni por el fondo ni tampoco muchas veces por las formas, en parecerse a democracias verdaderas.

En resumen, vivimos en unos tiempos que tienen muchas cosas buenas en relación a tiempos anteriores, pero también vivimos en tiempos de grandes contrastes, contradicciones y cambios.

Son unos tiempos de mucha, demasiada información, que no ofrecen síntesis, resúmenes, referencias, sino una gran falta de identidad, de moverse en un mundo demasiado desconocido.

Tiempos de altos contrastes entre la naturaleza y los ciclos naturales, junto a los rapidísimos ciclos humanos. Tiempos de muchas eclosiones de todo tipo, como una urgente manera de inventar, innovar, progresar, sin tener una dirección precisa de hacia dónde ni a qué coste o precio.

En un terreno más concreto, España no está propiamente para desarrollos de nuevos proyectos, menos ahora, después de seis años de crisis y también de crispación y desconfianza en todos los ámbitos sociales. Tiempos convulsos donde incluso opinar puede ser algo peligroso y dar lugar a malinterpretaciones y malentendidos.

Contando todas esas cosas negativas, sí está el espacio suficientemente vivo como para dar lugar a cualquier proyecto, del tipo que fuera. En primer lugar, porque no es compatible ningún proyecto con el miedo. Si te metes en el Congo, a montar una plantación de cacao, no se te ocurra entrar con miedo a los mosquitos, a las enfermedades tropicales o a los negros caníbales que te meriendan en menos que tarda un sapo en abrir la boca. La ausencia o la falta de miedo no equivale a temeridad, a irresponsabilidad, a jugarse alegremente la vida, o el tiempo o las neuronas. Significa solamente no tener miedo. Y el no tener miedo es una de las cuestiones básicas de cualquier proyecto que no quiera desmoronarse en sus inicios.