Relaciones laborales
Me encantaría poder contar que todos los días me encuentro con ejemplos deliciosos de Humanidad. Y sí, me los encuentro, es verdad, pero en el ancho mundo de las cosas cotidianas de la sociedad, por tal y por cual, van viéndose demasiados malos ejemplos por metro cuadrado.
Y no es un problema siquiera de personas individuales, concretas. No son problemas personalizados. Ni problemas tampoco de tales o cuales profesiones. Sino problema del conjunto de una sociedad y una muy diversa ramificación y diferenciación del problema. Es decir, un ejemplo, veo normal y hasta deseable que los trabajadores se animen a ser productivos, a ser eficientes y eficaces, e incluso a que sean modelos unos para otros de un mejor trabajo que repercuta hacia la empresa con la cual trabajan.
Seamos competitivos, está bien, pero hagámoslo bien. Porque si no es así, fomentamos otro tipo de cosas, el voy a putearte porque eres nuevo, solamente porque eres nuevo, pero mañana podrás ser tú quien me puteas a mí. Y voy a enseñarte treinta formas diferentes de putearte todos los días, para que después tú me enseñes a mí, tus cuarenta formas de putearme todos los días. ¿Esto es competitividad?. No, esto es malicia y esto es mala leche. Así de simple.
Y sobre todo es un sistema malsano cuando de repente llegas a un sitio y dices coños, o me pongo el casco y el chaleco antibalas o bien hoy no acabo la jornada laboral. Es decir, que no sabes por dónde te pueden venir las movidas.
Por tanto, digo, lección continuada de tolerancia. Lo cual no significa dejar hacer, sino posicionarse, hasta aquí sí y de aquí en adelante, línea roja, no se traspasa.