Cuestión de óptica
El mundo humano no se ha caracterizado nunca por su sentido de la justicia o de la paz. Cuesta mantener la paz y hacen falta unos pocos para poner en jaque a muchos.
En Occidente, se habla, se lleva hablando ya unos años de crisis de valores, de crisis de pensamiento, de humanidad. Y sí, la verdad es que es espantoso el clima de hipocresía al que podemos llegar en nuestra vida cotidiana. Nos gusta o no nos gusta, pero hay que saber llevarlo.
El pasar por una estación de autobuses. Es fácil que alguien te pida algo. Te pida un bocadillo para comer.
O el ver que un señor o una señora mayor está buscando en el contenedor de la basura.
Pobreza económica, pobreza material.
Cuando somos insensibles a un ejemplo, somos insensibles a cien.
Cuando somos insensibles a cien ejemplos, nos estamos haciendo insensibles para mil.
Y cuando conseguimos ser insensibles para mil, estamos alcanzando ser insensibles para un millón.
Es simplemente una cuestión de números.
La gran pena es que, detrás de cada número, existe una persona, una vida que quizás nunca más –en toda su existencia- vuelva a levantarse o a levantar la cabeza.
La vida no es fácil, ni aquí ni allá ni en alguna parte. En todos los lugares la vida humana tiene demasiados puntos oscuros y demasiada fealdad. En demasiadas ocasiones se convierte en algo horrible.
En este contexto, creo que es un acto de valor y valentía el asomarse todos los días al mundo, en seguir creyendo que compartir con otros seres humanos puede traernos alguna felicidad.
Es fácil que, después de cualquier cruda experiencia, las personas quedemos más para el psiquiátrico que para la vida normal. Es fácil que si me he encontrado cuatro canallas en la vida, sigo pensando que todos somos canallas y que van a volver a engañarme o voy a volver a salir herido.
Es fácil acobardarse ante todas estas cosas. Es fácil cerrarse al mundo, perder la confianza en el mundo, pero estamos todos hechos de la misma sustancia. Si crees que todos son malos y perjudiciales, que todos son un riesgo y un peligro para tu tranquilidad, entonces ya hemos perdido cualquier esperanza.
Y la cuestión es que no perdemos la esperanza. No la hemos perdido, no la perdemos. Sigue intacta como la primera vez, más experimentada pero intacta y joven como la primera vez.
Siempre surge por aquí o por allí una persona que nos invita a pensar que no todos somos hipócritas, mentirosos, oportunistas.
Los colores de la vida, verla con este o aquel color. Bien, yo creo que un poco va en función de cuáles son las circunstancias y de cuál es la óptica que empleamos para ver el mundo y a nosotros mismos.
Las circunstancias. Si las circunstancias son malas, realmente es muy difícil emplear una buena óptica. Hay veces que yo creo que apenas casi nada se puede hacer contra las circunstancias.
Y creo también que la mayoría de las circunstancias desagradables de este mundo son promovidas por los seres humanos. Es decir, nuestra especie violenta la realidad de forma que la hace aún más violenta, sometiendo más a las criaturas humanas.
En el fondo, yo creo que es muy poco lo que cada ser humano pide para sí mismo. Pero aún ese poco se hace muy difícil.
Las personas que no trabajan anhelan con un trabajo. Creen que llegados a ese trabajo, ya serán felices.
Las personas que trabajan, muchas de ellas viven solas, incapaces de abrirse al mundo. No comparten. Quisieran pero no se atreven.
Esto lo ves en un país relativamente rico, relativamente próspero, relativamente avanzado y con ideas de progreso. Al margen de las ideas de conjunto, está el cómo las personas, a título individual, se forjan las vidas en sus destinos personales.
Unos tenemos miedo, otros tenemos desconfianza, otros tenemos cobardía. Quien más y quien menos tenemos diez o cien buenos pretextos para ser herméticos, cerrados, no darnos a conocer ni abrir nuestro corazón.
En semejante panorama, difícilmente enfocamos en el amor.
Es como ver el cielo sobre nuestros ojos, azul muy azul, pero no tenemos alas para volar.
Bueno, pues una imagen así, tan triste o realista como la que acabo de escribir, puede ser la imagen del mundo. Y es verdad. Pero no es toda la verdad. En el mundo, a pesar de todas nuestras violencias y engaños, sigue saliendo el sol todos los días y sigue saliendo la luna por la noche. Y sigue habiendo montañas de amor, todos los días y en todo momento. Pero es un asunto personal, es una opción personal.
Sí vale, están los tiempos crudos y confusos para amar, es verdad, pero quizás por esto el amor toma nueva fuerza y valor en los nuevos horizontes.